Roge -que es un salao- me escribió la semana pasada para anunciarme que ¡por fin! iban a operarle de la cadera, un tormento que le acompaña en los últimos meses aunque él sigue sonriente y amable como pocos. Tituló su Email "Operación Bikini" lo cual ya les permite hacerse una idea del talante con el que se toma los asuntos más peliagudos, en este caso su intervención quirúrgica.
Esta tarde -que me he sumergido en la frivolidad del shopping por placer- me he acordado de él. Las calles estaban atiborradas de franceses -como es tradición en San Sebastián desde que el mundo es mundo- y de ciudadanos de toda la provincia olisqueando las últimas y más sabrosas piezas de las rebajas. Ir de compras no es uno de mis deportes favoritos, la verdad, si bien algunos eventos de las próximas semanas me han animado a invertir un poco de tiempo e interés en la aburrida tarea de visitar los templos de la moda. He visitado unas cuantas tiendas del centro a las que no haré publicidad y (frente a los espejos del probador) me he arrepentido del vicio de la magdalena: una talla arriba y algunos modelos en cuyo formato no entro ni comprimiendo el muslo.
De regreso a casa, me he jurado que ¡desde hoy! comienza la "Operación Bikini" -no en el sentido de Roge, sino en el playero- y espero que no se resienta mi sentido del humor. Ya les contaré. ¡Por cierto, me he comprado un pichi de lana y un abrigo ligero de primavera muy chulos! para una rueda de prensa de la que escribiré el jueves para no desvelar su secreto.
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