domingo, 31 de julio de 2011

Santa Clara y la playa diminuta

Oí por primera vez el nombre de Chantal referido a la novia de uno de los amigos holandeses de mi hija. Cuando la conocí, me resultó tan exótica como el nombre que comparte con la ganadora del premio Nacional de la Crítica 2007, Chantal Maillard, quien este verano bucea en los textos de Séneca, Beckett y Chuan Tsé alguno de cuyos volúmenes viajará conmigo el próximo jueves a la isla de Santa Clara donde celebraré mi cumpleaños.

Se trata de un islote de 32.000 metros cuadrados que cuesta recorrer descalza por un camino serpenteante que asciende hasta los casi cincuenta metros de altitud plagados de higueras, lagartijas, margaritas gigantes y gaviotas. Por primera vez en los últimos ocho años, hoy he recorrido gran parte de las cinco hectáreas tras haber llegado a nado a la isla, desde la playa de Ondarreta. En el mar es difícil calcular las distancias por lo que desde que me he zambullido en el Cantábrico toda mi atención ha estado puesta en la meta: alcanzar la diminuta playa de Santa Clara con una extensión de unos ochenta metros cuadrados. Todo el foco puesto en la meta porque en caso de flojear te quedas a la intemperie con la sola esperanza de que los socorristas te detecten en medio de yates, piraguas, botes, veleros y rocas esparcidas en una extensión que agota el ojo humano. Había leído en google maps que la distancia entre la playa y el islote supera el kilómetro (si la marea está alta) por lo que me enfrentaba a una aventura que -unida a la baja temperatura del agua- convertía la jornada en desafío. No iba sola, sino con la sirena tomándose el interés de ejercer de animoso coach.

Mentalmente he troceado la meta en dos partes, de manera que me resultase más favorable su manejo psicológico: primer tramo hasta la boya amarilla, para lo que he tenido que nadar algo más de ciento cincuenta brazadas croll. Al llegar, la satisfacción ha sido intensa y me he dicho: ¡ya está, medio objetivo alcanzado! Tras un descanso de segundos agarrada a la boya, me he percatado del frío y de la corriente que arrastraba mar adentro porque la marea aún seguía bajando... El segundo tramo me ha resultado más penoso: otras ciento cincuenta brazadas croll con el cuerpo destemplado...

Al llegar a la playita -del tamaño del salón de alguno de mis amigos- me he sentido ¡a salvo! y txapeldún (que es como dicen aquí a los campeones). Tras media hora de paseo al sol por la isla -descalza y con las gafas de buceo colgando del codo- me sentía mucho mejor. En el trayecto de vuelta he descubierto peces, medusas, algas, rocas, sardinillas e infinita belleza a la que volveré el próximo jueves aunque... ¡con aletas!

Tras la experiencia "Santa Clara" he alcanzado algunas conclusiones que deseo compartir:

1º.- Nunca descubriremos nuestros límites si no los ponemos a prueba.
2º.- Antes de abordar el desafío, hemos de estar persuadidos de que ¡podemos! La fe mueve mares y montañas.
3º.- Conviene trocear el objetivo en metas volantes, donde podamos reparar el ánimo y suspirar.
4º.- Si es posible, las hazañas se realizan mejor en animosa compañía.
5º.- Alcanzado el objetivo, y repleto el saquito de la autoestima, ¡no olvidemos celebrarlo! con una generosa dosis de contento, júbilo, risa y detalles compartidos.
6º.- Evitemos la temeridad, ya que durante un tramo del trayecto hemos estado al límite de nuestra resistencia corporal, algo que no deseo repetir. El jueves... iremos con aletas.

2 comentarios:

marlenalonsob dijo...

No nado, no de esa competente forma. No tengo, pues, nada análogo que contar. Pero sí he hecho un poco de espeleología y no olvidaré nunca mi primera cueva. Por tres veces (me encantaría entrar en detalles, pero se los ahorraré), estuve a punto de decir aquello de "¡socorroooooo!!!". No sólo no lo dije (creo que, simplemente, porque no podía ni respirar), sino que salí viva. De aquella experiencia, saqué un lema: "no perder los nervios".

No se dejen engañar por el pánico. Se lo digo yo, que inventé el pánico. Gracias, Azucena, por tu historia de nadadoras irredentas.

H dijo...

Impresionante. Valiente mujer. Heroica entrenadora.
¡¡¡Felicidades!!! Espero hayas tenido un día de cumpleaños maravilloso, acorde a tu esfuerzo.
Bicos,

H