domingo, 3 de julio de 2011

Quinientas guineas

Quinientas guineas y una habitación propia, es cuanto Virginia Woolf precisaba para sentirse independiente de su familia, de su esposo, y de la clase intelectual londinense a comienzos del siglo XX. Independiente y libre para seguir su vocación creativa. Sin saberlo, esta escritora talentosa formuló en seis palabras el secreto de una existencia auto-realizada y con estilo.


Aunque desde los diecisiete años gano algo más de quinientas guineas, y desde hace tres décadas poseo una habitación propia, no ha sido hasta 2011 cuando me he liberado de la soga de aceptar proyectos que no me entusiasman al cien por cien. Entiéndanme, por favor, estoy muy agradecida a la vida porque he ejercido profesiones apasionantes plenas de aventuras, desafíos y recompensas: un auténtico lujo. Ahora bien, hasta este año no he alcanzado el status necesario ¿suficiente? para aceptar sólo los encargos con los que sintonizo plenamente: por el impacto que tendrá en otros (mi activista interior), por los valores (la mística que me habita), por la dificultad-aprendizaje (la aventurera adolescente) o por su practicidad (mi scout ha sobrevivido a suficientes catástrofes para negar el valor del dinero).

Es domingo, y en la soleada terraza sur de mi casa leo Speak Up, donde el californiano Shia LaBeouf -actor principal de la taquillera tercera parte de Transformers- afirma que ya no interpreta películas por dinero, sino por el proyecto en su conjunto.

Virginia, yo misma, y Shia somos -con abismos financieros de por medio- tres privilegiados si bien el actor es mucho más guapo, más listo y más rápido porque a sus 24 años ha alcanzado una posición que a nosotras nos ha llevado tres décadas de sostenido esfuerzo.

Una habitación propia, quinientas guineas, y la pasión de escribir de Virginia: hoy me quedo con esto mientras repaso Orlando y observo en la estantería el volumen de La Señora Dalloway.

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