Ahí fuera el cielo se derrite como el helado de mango y chocolate negro que tanto me gusta en cucurucho de barquillo. Infancia. Eterno retorno. Mi amiga Sara hoy no coge el teléfono porque está con su nieto y el firmamento entero y sus galaxias se paran cuando Iker aparece en el resquicio de la puerta del chalet. Lo entiendo. Otras mil veces soy yo la que no le coge el teléfono porque trabajo, porque viajo, porque no apetece. Y lo sabe y lo acepta porque amar es aceptar aunque no entiendas. Me desquicia perder el tiempo ¡por teléfono! y me encanta perder el tiempo en persona en la trasera del edificio de Iberdrola, tomando un cortado mientras me cuenta el concierto de Mick Jagger en el Guggeheim Bilbao.
No es esto de lo que quiero escribir mientras mentalmente hago la maleta... quiero poner blanco sobre negro el verbo ¡¡discernir!! porque internet es un magma en el que entre los blogs, las webs, las páginas amarillas on line, google maps, LinkedIn, Facebook y Twitter resulta imposible saber quien es quien, y ya se sabe: a río revuelto ¡ganancia de pescadores de souffles, de espejismos y de pompas de jabón lagarto-lagarto! Se mezclan churras con merinas e incluso con meninas. Personalmente sigo creyendo en las personas en tres D = tridimensionales, cuya trayectoria observo durante semanas, meses, años y -a base de coherencia-ética-profesionalidad- se ganan mi confianza. No es lo mismo una formación profesional que una licenciatura, ni ser becario que catedrático, ni poder pedir un café en el aeropuerto de Heathrow que ser bilingüe en inglés.
Discernir, es un verbo con el que les dejooo... volveré, como las oscuras golondrinas... de mi balcón sus nidos a colgar... En fin ¡es verano!
Discernir, es un verbo con el que les dejooo... volveré, como las oscuras golondrinas... de mi balcón sus nidos a colgar... En fin ¡es verano!
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