martes, 22 de abril de 2014

Absentismo Cero: Amar el trabajo que hacemos


Me propongo escribir sobre el absentismo laboral al que -en principio- voy a comparar con la "pérdida de la inocencia". Me explico: no imagino ningún niño que practique el absentismo en ninguna de sus dos modalidades: sin cuerpo (no presentarse) o con cuerpo (presentarse, pero no cumplir funciones o tareas propias de su cargo, puesto o rol).

Lleno de curiosidad, un ser inocente aborda el mundo de manera confiada descubriendo personas, lugares, actividades y recompensas que no siempre le resultan estimulantes ni agradables. Esos descubrimientos son cuidadosamente registrados y sin  duda forjan un comportamiento y un carácter...

Viviendo, explorando y experimentando, el niño construye su mundo hasta llegar a la edad adulta cuando se integra en el cada vez más exclusivo (y excluyente) mundo laboral donde de nuevo ha de practicar el coraje de avanzar sobre desconocidas normas, no siempre explicadas ni justificadas, con frecuencia arbitrarias y en ocasiones lesivas para su salud física, mental o emocional. Por lo que se refiere a este artículo de las dos "pérdidas de inocencia" aludidas me centraré exclusivamente en el escenario laboral.

Al igual que en la imagen de Gallastegi podemos ver el Museo Guggenheim Bilbao reflejado en la acuosa ría del Nervión, y este fenómeno no sería posible sin su contra-parte en la sólida tierra.... Junto con la pérdida de inocencia, mi segunda aportación -por lo que al absentismo laboral se refiere- es que se trata de una consecuencia de algunas circunstancias, contextos, personas, reglamentaciones y normas que quizá se puedan mejorar. Quizá. Presento a su consideración la hipótesis del absentismo laboral como una reacción un tanto viciada a cuestiones acaso fuera del "orden sistémico" de una empresa u organización productiva.  



Dicho lo cual no justifico en absoluto el absentismo toda vez que representa un daño de primera magnitud para los diversos stakeholders involucrados en toda fábrica, oficina, pabellón industrial, pyme o multinacional. Reconocerán conmigo que todo es economía, pero no sólo economía. Y si una persona no cumple en plenitud con el trabajo encomendado está repercutiendo negativamente en los clientes (menguando la calidad de los productos y servicios), en los compañeros (que han de asumir una carga extra de trabajo), en los accionistas (posible merma de los beneficios) y en los directivos (burnout y otros quebraderos de cabeza)... porque el absentismo no es inocuo para ninguno de los actores sean principales o secundarios...

Si a la pérdida de inocencia laboral  le sumamos ciertas normas empresariales (tácitas y expresas) no siempre equilibradas es comprensible imaginar que se va a producir en los profesionales cierta desmotivación exógena (externa, que proviene del entorno empresarial) que derivará en desmotivación endógena (interna, del propio individuo). 

No se trata de hacer un máster en psicología, sino de poner un poco de atención en lo obvio: el incumplimiento de ciertas expectativas iniciales -reales o imaginarias- de un trabajador puede llevarle a medio o largo plazo a una falta de engagement con su empresa que acabará derivando en variados síntomas de absentismo.

Finalmente propongo esforzarnos en la dimensión motivacional de los profesionales para que aporten a las organizaciones lo mejor de sí mismos: aquello para lo que están contratados más lo que se ha venido en llamar "la milla extra" que solo se entrega si está comprometida el alma del trabajador. 

Desde ese ángulo lo ideal sería que cada persona optase por hacer aquel trabajo que ama (vocación). Pero... ya he dicho que nos encontramos en un cada vez más exclusivo (y excluyente) mundo laboral por lo tanto aporto una segunda propuesta: amar el trabajo que hacemos con todas nuestras fuerzas beneficiándonos a nosotros mismos (auto-realización) y a la humanidad a través de los clientes, compañeros, proveedores, propietarios o directivos de nuestra organización.

Y al cierre un aviso a navegantes: la causa número uno por la que un trabajador con contrato fijo y bien remunerado deja su empresa o -si no puede hacerlo- comienza a practicar el absentismo es la mala relación con su jefe directo. No siempre caerá la responsabilidad del lado de ese abismo, pero los directivos tenemos mucho que aportar en la motivación de nuestros equipos. ¡Acaso el liderazgo sea motivar a otros hacia el desarrollo de su máximo potencial, es decir, absentismo cero!


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