domingo, 6 de abril de 2014

El espacio en procesos de participación


La facilitación del trabajo de un equipo a gran escala requiere algunas condiciones sin las cuales peligra la libre participación de las personas. Uno de los requisitos que puede resultar trascendente es el espacio, así como la disposición de los muebles, la posibilidad de colgar murales en las paredes, contar con abundante aire, luz, agua, fruta... Estos detalles -referidos a la pura escenografía- de un encuentro en el que se desea abordar un asunto complejo durante muchas horas (incluso varios días) son importantes ya que vengo observando que tienen una incidencia directa en los resultados.

Además, vinculo la creación de un contexto adecuado de participación a otras cuestiones propias de The Art of Hosting... De eso escribiré otro día...



En fin, el caso es que pese a haber detallado por escrito todo lo necesario para dos jornadas con un equipo de treinta directivos, de haberlo comentado oralmente, insistido, explicado y razonado... cuando llegué al lugar de trabajo -dos horas antes del comienzo- me encontré con un espacio precioso amueblado al más tradicional estilo victoriano. ¡Imposible poner en marcha dinámicas de participación, imposible colgar nada en las paredes, imposible movernos con soltura entre tanto jarrón y butaca de terciopelo!


Los cinco primeros minutos me desesperé  y me entraron ganas de llorar ¡de pura impotencia! Los siguientes pedí un vino blanco que bebí a sorbitos controlando mi desánimo, negándome a aceptar una catástrofe y buscando como una loca una solución realizable. En el minuto doce saqué del bolso el libretón que llevo para pensar y dibujar y me puse a diseñar una solución que entre varios voluntarios y yo misma conseguimos hacer realidad... La foto refleja el momento en el que dibujaba la remodelación de la sala a medio camino entre la desesperación, el vinito blanco y la activa búsqueda de una solución razonable... He de decir que finalmente ¡todo salio bien! 


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