viernes, 30 de mayo de 2014

La persiana gris de la mañana


He levantado la persiana gris de la mañana rastreando como un sabueso alguna explicación a mi nostalgia. Horas después olfateo las esquinas sin hallar grandes pistas que orienten mi desconcierto. 

Dada mi timidez radical sufro mini-ataques de pánico cuando me veo inmersa en actos sociales de tacón alto y maquillaje. Ayer, en Adegi .

Quizá sea la resaca del cóctel. Acaso haber conocido a Cándido -que me encantó-. Tal vez la brutal jornada de trabajo que afronté a pesar del sarao y sus derivados. Tampoco descarto que mis hormonas hiervan al pil pil, y desde luego me consta que mi listado de "tareas pendientes" me está estrangulando como la alargada sombra del asesino en una película de Hitchcock.




A veces no soy feliz como una lombriz. Y como a todos los mortales me cuesta salir del bucle del desánimo al que llamo ¡plof! plof, plof. 

Algunos lectores opinan que el blog es en exceso almibarado y quienes me siguen en Linkedin y Facebook conocen mi persistencia en publicar noticias positivas bajo el slogan de "optimismo realista". 

Para mi es importante que mantengamos el ánimo ileso. También que lo hagamos sobre hechos que se producen en el mundo real. Hoy, por ejemplo: en el País Vasco el salario medio es un 21,4% más alto que en el resto del estado. Consuela aquí pero no allí, y me importa la totalidad del "campo":  los humanos en su conjunto. Quizá este gran angular complica la permanencia del contento en mi conciencia ya que siempre hay un roto y no siempre un descosido. Ayer una persona me pidió trabajo ¡a mi! diminuto bonsái donde los haya. Me comprometí a ayudarle a sabiendas de que hay un desierto de ofertas en las que encaje su perfil.

Acostumbrada como estoy a no aceptar un "no" por respuesta, me cuesta encajar los imposibles y los desiertos, así que me pego con las paredes, araño el aire... y ¡me desgasto! Mucho.

Tomando un café me he encontrado con Luis, un empresario fabuloso que inspira a quien se cruza en su camino. No hemos hablado de mi nostalgia pero Luis es listo y sin venir a cuento me ha sugerido que sea menos austera en mis costumbres... ¡Es delicado el equilibrio entre el deber y el placer! ¿no les parece? Y en esa duda cósmica nos hemos despedido con un abrazo y una sonrisa. ¡Gracias Luis!


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