lunes, 5 de mayo de 2014

Ser arco para que otros lleguen como flechas


A ella no le gustará verse en el blog al que -de vez en cuando- se asoma desde cualquier rincón del planeta para después decirme casi siempre con ternura por Skype que "estoy grillada".

Pero mis dedos no resisten la tentación de compartir con ustedes una fotografía tomada -hace menos de 24 horas, cerca de Marsella- a una adulta viajera, valiente, políglota, creativa y casi por encima de cualquier otra consideración ¡una buena persona! Quizá demasiado... ?!

No le gustará verse y se enfadará conmigo hasta que le explique lo importante que es para mi... lo que me inspira... y lo feliz que me siento cuando la percibo serena en un contexto salvaje aunque sin soltar su timón profesional: el violín del siglo XVII que rescató en una subasta en la que ¡afortunadamente! sólo había especuladores y no músicos ni entendidos (lo que hubiera elevado el precio del instrumento algunos miles de euros).



Esto me hace recordar a uno de mis profesores de inglés, el británico Mark Fowler, cuando traducíamos artículos de actualidad, intercambiábamos opiniones, profundizábamos en los phrasal verbs y nos enredábamos en bizantinas discusiones sobre un tema que nos apasionaba a los dos: la educación. Una vez, paseando por el parque de Doña Casilta Iturrizar (Bilbao), defendió una metáfora sobre la relación entre padres e hijos, una hipótesis a la que ofrecí poca credibilidad porque él sólo tenía algunos sobrinos y alumnos en Saint George English School.

Según Mark los padres somos un arco y los hijos son flechas. Afirmaba mi profesor que la tarea fundamental de los progenitores es tensar enérgicamente el arco para proyectar a nuestros vástagos lo más alto y lejos posible desapegándonos con posterioridad de la trayectoria de la flecha una vez lanzada al infinito... Más tarde me habló de los practicantes del tiro con arco, de su concentrada actitud, y de la necesidad de olvidarse por completo de la flecha una vez que ha salido de tu radio de influencia.

Pero... yo no me siento sólo arco. Y ella no es sólo una flecha... ¿no les parece? Aunque es bonito eso de proyectar a otro ser humano lo más lejos y más alto posible... algo que también integro en mi trabajo y a veces ¡funciona!



2 comentarios:

H dijo...

Recorde el poema de Gibran sobre los hijos

http://www.loderosaymiguel.com/page3/page45/page45.htm

Bicos,

H

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Hildaaa... mil gracias por tu aportación y por asomarte al blog. Un abrazo grandeee desde la bahía. ¿Vendrás a los cursos de verano de la UPV?