sábado, 24 de mayo de 2014

Tonta Tentación


Estoy embarcada en varios proyectos apasionantes. El lunes 26 escribiré sobre el más inmediato. El caso es que a pesar de ser sábado -o precisamente porque es sábado- he venido al despacho a las 8 .a.m. para avanzar algunos temas que no podré trabajar entre semana porque precisan alta concentración, tiempo sin interrupciones, y consultas bibliográficas varias... Todo ello un poco incompatible con el fragor del acompañamiento a clientes hacia el logro de sus objetivos personales y profesionales. 

A las 10.30 he salido a tomar un café lo más cerca posible del despacho para evitar la dispersión pero... he caído de lleno en una frívola y tonta tentación. Tonta Tentación ¡tiene guasa!




Mi despacho de San Sebastián está en la calle San Marcial, en el corazón de la capital guipuzcoana, zona de negocios, bancos, cafeterías y comercios. Y dado que hace 24 horas que han inaugurado el segundo Zara más grande del mundo -casi idéntico al de la quinta avenida de Nueva York- no he podido resistirme a entrar y husmear. Ciertamente es gigantesco. Y -para su perfil- coqueto. 

Esta frivolidad me ha hecho perder una hora de trabajo, ha bajado la inspiración creativa al subsuelo del inmueble, y -un rato después- me ha hecho sentir culpable. ¡Al menos no he comprado nada! Algo es algo y el que no se consuela es porque no quiere. En fin... me pongo ahora a trabajar en serio. Usted ... ¿suele permitirse tentaciones? ¿qué tipo de tentaciones? ¿se siente culpable después? ¿tiende a "compensar" de algún modo el desliz? Yo tendré que volver al despacho por la tarde y prescindir de la siesta. Al menos han anunciado que lloverá ;-D

  

3 comentarios:

Unknown dijo...

Por supuesto que caigo...y...¿quién quiere vivir con Don Perfecto que siempre hace lo que debe? ¡qué horror!

P.R. dijo...

Azucena...caer en la tentación habría sido si te hubieras comprado ropas en Zara, algunas innecesarias, y que, como premio, la siesta hubiese sido de las que tienen amor, sueño y chocolate con churros.
Lo tuyo ha sido un pecadillo de convento.

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Qué alivio... me pregunto si las monjas me educaron de una manera estricta... en exceso. Claro que su disciplina me ha ofrecido dulces frutos, la verdad... En cualquier caso: gracias por el comentario Iker. Gracias por el comentario P.R. ¡es una gozada comprobar que realmente hay alguien al otro lado de la pantalla que lee mis "pajaradas"! Gracias.