Todo lo que existe -real o imaginario- es formulado en palabras; palabras que atraviesan el estrecho ojo de la aguja mental y dan paso a los sueños, miedos, filias y fobias de los humanos.
Y en el principio fue el verbo y en el siglo XXI sigue siendo el verbo que utilizamos de manera tan superficial que alcanza la frivolidad. En mi opinión la palabra hueca equivale a la mentira en ausencia de materia contundente (o verdadera) con la que afanar cada mañana el porvenir.
La palabra hueca
¿es un disfraz de la mentira?
En este punto mencionemos la Trilogía Kantiana que recomienda "verdad, bondad y belleza", tres valores que debieran estar presentes en las palabras que pronunciamos. Pero no. El espejo muestra una imagen distorsionada en el uso de las palabras lo que explica que los barómetros sociales registren el creciente desencanto de la ciudadanía ante la corrupción de políticos y empresarios que descaradamente ¡mienten! Mienten provocando una nausea colectiva equiparable a la de Sartre.
Denuncia la filóloga madrileña Inés Fernandez Ordóñez -académica de la lengua desde 2008- una devaluación de las palabras y una carencia reflexiva generalizada que también observo en los profesionales a los que entreno por lo que quizá la realidad empresarial adolece de musculatura reflexiva, todo un riesgo en la competición por los mercados.
El profesor de la Universidad de Lancaster Michael West afirma que los profesionales y las empresas que sobrevivan en el siglo XXI serán aquellas que se pregunten de manera reiterada cómo lo están haciendo y como pueden mejorar, práctica inexistente en las organizaciones españolas.
La propuesta es reflexionar para mejorar y si bien las organizaciones disponen de más información que nunca, el valor añadido está en la interpretación de los datos que precisa un análisis previo a la toma de decisiones estratégicas. Ahora bien, la práctica de la reflexividad en los consejos de administración, en los equipos directivos, e incluso en los equipos de producción a pie de planta se asienta sobre tres cuestiones:
- Genuina curiosidad por descubrir la realidad (lo que acontece).
- La formulación de preguntas poderosas.
- Y la escucha honesta de las verdades que emerjan.
Una buena pregunta
es la mitad de una respuesta.
La práctica de la reflexividad
exige el compromiso con la verdad.
Finalmente, la semana pasada la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) organizó en Madrid una jornada en la que varios expertos recordaron dos ejes clásicos del management: la gestión comercial y la gestión humana a la que añadieron la inteligencia competitiva para la que resulta imprescindible el cuestionamiento de cómo lo estamos haciendo y cómo podemos mejorar.
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