El máximo lujo es gozar de tiempo, acaso porque la vida está hecha de tiempo y es todo lo que tenemos. Este lujoso domingo navideño hemos madrugado para sentir las primeras horas de la mañana. Antes de salir de casa el cielo estaba precioso y la llamada silenciosa y dulce de la naturaleza se intensificaba apremiándonos a recoger el desayuno y partir hacia el Parque Natural de las Peñas de Aya (monte Urdaburu, de 600 metros de altitud).
Estoy convencida de que la fusión casi orgánica con la naturaleza nos llena de energía, permite relativizar -y ver con otros ojos- los asuntos mundanos, nos aleja del argumentario bla bla bla y, finalmente, nos centra como quizá no lo haga ningún otro método.
Hoy nos hemos desafiado a nosotros mismos saliendo del trazado de todos los senderos que conocemos y abordando un cambio "intencional" con actitud exploradora no exenta de riesgos.
Cuarenta y cinco minutos después de adentrarnos en el bosque estábamos completamente desorientados y la hojarasca superaba nuestras rodillas ocultando al mismo tiempo todo lo que hubiera debajo: piedras sueltas, palos, barro y agua... Ha llegado un momento en el que avanzar era un puro ejercicio de confianza mientras la pendiente (a la que no hace honor la fotografía) era cada vez más vertical.
En algunos tramos me temblaban las piernas y el precipicio (que terminaba en riachuelo) no resultaba atractivo en absoluto. Sintiéndome apurada, mi pareja me ha recomendado obviar el miedo y concentrar la atención en la meta: un árbol o una piedra grande cubierta de musgo. Esa indicación (que me ha ayudado mucho) me ha hecho recordar el consejo de John Whitmore en 2002 cuando recomendaba a los tenistas norteamericanos de élite que "mirasen solo a la pelota"... Finalmente hemos alcanzado un sendero seguro por el que hemos vuelto al punto de partida.
Honesta y radicalmete interesada en descubrir los pliegues que hacen posible que las personas trabajen en equipo, formándome y formando a otros (todo el tiempo) en las artes de la cooperación en el seno de las empresas, no he podido evitar la traducción simultánea de todas las metáforas que me ha ofrecido la hojarasca.
Primero: salir del trazado convencional conlleva un riesgo, inherente a la actitud exploradora propia de los equipos de innovación (Ayestarán)... Segunda: los riesgos se asumen mejor en compañía de otros que no piensan como tú, no sienten como tú y no actúan como tú (Belbin) pero que propician mejores resultados...Tercera: todas las personas poseen en sí mismas lo que necesitan para transformarse en la mejor versión de sí mismos acallando los miedos que gritan alto la zona de confort y atreviéndose a avanzar hacia la zona de oportunidad... Cuarto: en algunos momentos del trayecto es imprescindible confiar, soltarse, fluir y volver a confiar, antítesis del control al que somos tan adictos... (imposible haber descendido en "modo control" sin ver qué y dónde pisas mientras te hundes treinta centímetros en la hojarasca).
¡Una gran jornada! sabiendo que mañana en las organizaciones habrá momentos propicios para el volcado de metáforas casi orgánicas en conexión con uno mismo, con los demás y con el todo (en este caso el Parque Natural de las Peñas de Aya).
Yo - Nosotros - Todo
Del ego system al eco system
a través de los equipos de trabajo
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