jueves, 21 de abril de 2016

El "salario emocional" y otros pececillos


Tiene guasa hablar de salario emocional cuando casi cinco millones de personas carecen en España de ingresos por actividad laboral. No cubiertas muchas de las necesidades que Maslow colocó en la base de su pirámide, resulta frívolo hablar del "salario emocional" -ese conjunto de iniciativas empresariales que buscan la motivación y satisfacción de los trabajadores-. Casi obsceno y al mismo tiempo ¡esencial!




La compañía californiana Glassdoor ha investigado los sistemas públicos de protección laboral en Estados Unidos y en catorce países europeos y publicado un listado que sitúa a España en la tercera mejor posición tras Dinamarca y Francia. Pero... en realidad... ¿de qué hablamos?

Entre otras cosas, el salario emocional consiste en crear ambientes laborales positivos que hagan posible alcanzar resultados exponenciales porque... ¡no seamos ingenuos! sea lo que fuere que las empresas integran en su sistema la finalidad última es engordar la cuenta de resultados.

En Iberdrola (1992, Bilbao) han reducido un 10% los índices de absentismo y siniestralidad  desde que se permite a los trabajadores un margen horario flexible de entrada y salida de una hora y cuarenta y cinco minutos. La medida se puso en marcha en 2008 y desde entonces el grupo empresarial ha ganado 500.000 horas anuales en productividad.

Esta semana he tenido oportunidad de trabajar con un director general (austero en gestos y palabras) a quien acompaño en su desarrollo de competencias de liderazgo. Le pregunté cómo cuidaba al directivo del área de negocio más rentable de la empresa que -además de cumplir con los objetivos anuales- acababa de llegar de Australia donde había hecho buenos contactos e incluso cerrado un contrato relevante. ¿Cuidar? -me dijo- ¡Sí! cuidar -le contesté-. ¡Le pago! terminó por balbucear. Después yo conté mentalmente esos treinta segundos de silencio que recomienda la ICF para dar espacio al cliente... y el director general siguió hablando: ¡Le pago! -repitió- tiene un salario competitivo ¿qué más hay que hacer?

Le mire para calibrar si realmente quería una respuesta y si había receptividad para escuchar. Me pareció que sí y entonces contesté: reconocer su valía, elogiar sus logros, agradecer sus esfuerzos... ¡salario emocional!




Cubiertas las necesidades básicas, el salario emocional pone alas a la mariposa del bienestar donde los profesionales dan lo mejor de sí mismos. La nómina es inherente a la contratación laboral acorde con el cumplimiento de la ley y el convenio, pero la transformación empresarial pasa por reconocer que detrás del profesional hay ¡una persona! cuyo corazón late al ritmo de estímulos tales como el reconocimiento, la gratitud y los detalles.

Tras nuestra conversación, el director general me informó de que había ofrecido al brillante profesional clases de inglés en horario laboral y que le había felicitado por el nuevo contrato australiano. ¡Algo es algo! Pececillos a la mar.

    

1 comentario:

Jose zavala dijo...

Es cierto que la idea del salario emocional tiene el objetivo de elevar la productividad y las ganancias de las empresas, pero también genera beneficios para los trabajadores, un gran clima laboral y mejoras sociales ayuda al Desarrollo Personal y cuando alguien se siente bien en su trabajo, esa satisfacción se traslada a otras tareas de la vida cotidiana.