La vida está hecha de tiempo y es todo lo que tenemos, dijo el sabio a su amigo a lo que éste le contestó: claro Pomodoro, y además ¡no es un ensayo general!
Con generosidad me concedo tiempo durante el período navideño. Un tiempo que relame las esquinas de la ciudad descubriendo tesoros ocultos para la mirada superficial: Adolfo Domínguez al 50% en el interior de la tienda con prendas de temporada sin que el escaparate alerte a despistados; Occitane que ofrece un masaje facial gratuito con producto lujoso a clientes habituales y un belén con figuritas vascas en la Diputación Foral de Guipúzcoa (en San Sebastián):
Con mirada serena y curiosa recorro los barrios de mi ciudad y me paro donde apetece para tomar un cortado, escuchar buena música, mirar el mar y leer sobre el concepto Ikigai (propósito en japonés) que ofrece simples (y valiosas) claves cotidianas para vivir en armonía.
Descubrir tu Ikigai o gran pasión es lo que otorga a las personas un sentido en el vivir y trabajar, algo que te hace saltar de la cama para lanzarte a la acción en el mundo haciendo pan, dibujando un cuadro, construyendo una carretera o extrayendo una muela del juicio... Pasión, vocación o propósito en el vivir y trabajar, Ikigai, libro escrito por Francesc Miralles y Héctor García que alcanza su cuarta edición en menos de un año.
El texto ofrece evidencias que conectan una vida larga (y feliz) con la práctica de tu ikigai, actividad en la que "fluyes" al mismo tiempo que te ganas la vida y sirves a tu comunidad. Bello. Muy bello ¿no les parece?
Mientras escribo, una gaviota se ha posado en la farola (a la que el óxido carcome la pintura). Unos minutos después el ave alza el vuelo con elegancia y yo sonrío (me sonrío) ante la vida especialmente dulce si me concedo tiempo para la contemplación, como Ameztoy -el pintor que descubrí la semana pasada el Museo de Bellas Artes de Bilbao-.
Mientras escribo, una gaviota se ha posado en la farola (a la que el óxido carcome la pintura). Unos minutos después el ave alza el vuelo con elegancia y yo sonrío (me sonrío) ante la vida especialmente dulce si me concedo tiempo para la contemplación, como Ameztoy -el pintor que descubrí la semana pasada el Museo de Bellas Artes de Bilbao-.
Finalmente alcanzo la página noventa y dos donde los autores desarrollan la técnica Pomodoro que practico desde hace una década... y me despido porque acaba de sonar el cronómetro que pauta la gestión eficiente de mi tiempo ¡también en navidad! ;-D
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