martes, 19 de junio de 2018

Cerrar los ojos no mejora nada



Mi oficio conlleva exponerse a cientos de cepas bacterianas adheridas a las paredes de las empresas-cliente que me contratan.

Armada de algun conocimiento, cierta experiencia y talante de corredora de fondo, entro en un sistema productivo en el que permanezco durante el tiempo necesario para alcanzar un objetivo, desarrollar un equipo de profesionales o estabilizar un proyecto que zozobra. Después salgo del sistema.

Diríase que mi oficio es volátil y expuesto a numerosas variables que escapan de mi control y sin embargo me alcanzan de lleno. Si las bacterias adheridas a las paredes de la empresa-cliente han diezmado la motivación de la plantilla... ¡eso es lo que encuentro! Si hay miedo en la fábrica... ¡eso es lo que encuentro! Si las relaciones interpersonales están envenenadas... esa toxicidad me alcanza y en ocasiones soy la persona llamada a "mediar" en un conflicto largamente enquistado en las vísceras de la organización. 

El año pasado me formé con Thelma Butts en mediación de conflictos y aunque se referenció la especialidad jurídica, nos centramos en la mediación en el marco empresarial, genuina expertice de esta mujer sabia cuyas enseñanzas me resultan de extrema utilidad cada vez que abordo un encargo de mediación.




¿Por qué se enquistan los conflictos? Complejas, profundas y variadas son las razones pero hay tres que destacan entre las demás: si quieres que un conflicto se mantenga, piensa que hay solo una verdad ¡la tuya! Si quieres que un conflicto permanezca regresa al pasado, conecta con tu dolor y olvida el futuro y las posibles soluciones. Y, finalmente, el conflicto se perpetúa si asumes el rol ganador (y colocas a la otra persona en el rol de perdedor) como única opción.



Video de Marshall Rosenberg (9 minutos, con subtítulos en castellano) en el que explica la comunicación no violenta en procesos de mediación en los que se trata de disolver la tensión a través de la presencia plena que permite "ver" al otro, descubrir y escuchar sus necesidades como ser humano.

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