lunes, 11 de junio de 2018

Vivir y Trabajar


Un directivo al que entreno -muy bien posicionado en una multinacional- ha sido padre por primera vez hace unos meses. Desde entonces en cada sesión me muestra fotografías del bebé y siempre me pregunta: ¿es preciosa, verdad? ¡Qué le voy a contestar! Por un lado la niña es realmente preciosa y por el otro deseo cuidar el tierno afecto que emerge en un hombretón curtido en mil batallas profesionales (expatriación, fusiones, adquisiciones...). 

El directivo se plantea dimitir si la empresa para la que trabaja no accede al teletrabajo dos días a la semana. No es que quiera trabajar menos, ni que su compromiso con la compañía sea menor, ni que esté desmotivado... ¿entonces?


Los empleados que practican el teletrabajo rinden más.
Universidad de Calgary (Canadá).


Quiere vivir "de otra manera" y está dispuesto a renunciar si la multinacional no muestra sensibilidad hacia la "conciliación" que acaso no sea sino ordenar las prioridades de acuerdo a cada momento existencial hallando alternativas para ser productivo sin renunciar a la paternidad, la formación, o los hobbies que alimentan el alma...




Busco afanosamente los resortes que nos permitan mantener el puesto de trabajo y la cercanía física a su hija que nunca volverá a decir "ta ta" de la misma manera, ni lanzará una sonrisa agradecida en medio de la noche tras un rico biberón. Le desafío. Se lleva tareas. Propicia conversaciones y busca antecedentes... Mientras tanto yo rastreo y encuentro datos publicados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística: en España solo el 27% de las empresas ofrecen la posibilidad de trabajar desde casa.

El teletrabajo viene mostrando algunas ventajas -informa The Washington Post-: ahorro de tiempo en desplazamientos + ahorro económico en transporte + mayor productividad... Segun Forbes la única pega del teletrabajo es la hipotética pérdida de la creatividad que se produce cuando varias personas dialogan desde un conocimiento experto dando origen a ideas o proyectos brillantes...

El directivo y yo analizamos estos y otros datos... ¡me basta con dos días a la semana, Azucena, no creo que se deteriore mi chispa creativa!

Está convencido y su firmeza es imparable. Sugiero alternativas como la reducción de jornada y él insiste: Azucena, no quiero trabajar en una empresa que no muestra sensibilidad hacia las necesidades de sus empleados. Vale, sentencio yo. Y antes de que salga del despacho me enseña la última foto de Irati y su osito de peluche...


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