domingo, 21 de octubre de 2018

¿Para qué sirve un mentor?



Trabajo con un grupo nuevo de personas interesadas en liderar la propia vida, anhelo estimulante y ambicioso ¿no les parece? Nos reunimos los miércoles en el Palacio de Aiete, San Sebastián, rodeados de árboles centenarios, pájaros cantores, y un pequeño lago donde viven cisnes y tortugas.

Son ciudadanos que quieren cultivar su "jardín interior" -que dirían los filósofos- aunque personalmente pienso que en nuestro interior tenemos un "huerto" donde podemos plantar las semillas del mañana. Y en esas estamos dieciséis personas y yo en una aula donde el círculo late al ritmo del aprendizaje compartido.


Aula 4 del Palacio de Aiete, San Sebastián


De alguna manera encontramos huellas que orientan nuestros pasos: maestros anónimos y renombrados a los que descubrimos por azar o persistencia y que durante un tiempo nos inspiran en la búsqueda de nuestro destino. 

El tema surgió con fuerza en nuestro grupo y citamos el Efecto Pigmalion del que casi ningún participante había oído con anterioridad. Se trata de la profecía que se cumple cuando alguien cree en nosotros lo suficiente como para soplar las brasas de nuestro talento y coraje para persistir en el empeño de ser quienes somos. 

Podemos llamarles "mentores" que dejan marcas / huellas en el camino de un frondoso bosque en el que -quizá- de otro modo pudiéramos perder la orientación.


Bosque en Aia, Guipúzcoa. Otoño.


Tres personas ejercieron en mi infancia ese rol inspirador: la madre María, una monja de Las Esclavas del Sagrado Corazón (mi colegio) que me enseñó el trazo de las vocales y el don de la paciencia; mi padre, que se apresuró a transmitirme sus reflexiones y aprendizajes antes de morir a los 56 años y -finalmente- la abuela Julia, un silencioso modelo de bondad. ¿Por qué les cuento estos detalles íntimos de mi biografía? Porque todo lo que somos, sabemos, gozamos y conseguimos se lo debemos a otros que han dejado marcas / huellas / trazos en el sendero que podemos utilizar para liderar la propia vida.

En la edad adulta he tenido numerosos mentores y (en mi modestia) yo misma ejerzo como tal con las personas que entreno en un interminable ciclo de dar y recibir del bosque y de la vida.


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