lunes, 1 de octubre de 2018

Un refugio en el hayedo


Estoy en un aeropuerto esperando la llamada de embarque. Muchas ideas que compartir y poco tiempo para darles coherencia. Opto por rescatar una frase del libro que llevo en el bolso y recopila frases de Henry David Thoreau -al que admiro y con el que comparto pasión por la naturaleza-.

Ayer estuve sumergida entre árboles centenarios durante horas y me acordé de Thoreau: "... a menudo recorría ocho o diez millas a fin de acudir a una cita que tenía con un haya, con un abedul amarillo o con algún viejo conocido entre los pinos...".




Cuando llevaba caminando más de diez kilómetros me paré en este sitio. Durante media hora descansé sentada sobre el tronco de un árbol cubierto de musgo seco, bebí un poco de agua del termo y saqué mi desgastado "mala" de la mochila.




Se trata de una humilde pulserita que utilizo como rosario tibetano de meditación y me acompaña en trenes, aviones, hoteles, bosques y ciudades. Me ayudó a serenar el pensamiento y -de alguna manera- a orar. Pura simplicidad. Orden de embarque. Les dejo.


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