Imparto formación en la Universidad del País Vasco y aunque el tema me ha venido dado (mujer y liderazgo) lo abrazo como una oportunidad de impulsar cambios sociales, una de las pulsiones que animan mi oficio.
Se trata de una intervención breve en el marco de los cursos de verano que sin embargo capitaliza parte de mis lecturas con la intención de aportar contenido de calidad durante las horas lectivas. En esa actividad recolectora descubro que la Oxford University promueve un programa entorno al liderazgo femenino. Tras pasar el corte de mi análisis lo reenvío a algunas de las empresarias, gerentes y profesionales con las que trabajo por si pudiera ser de su interés. A vuelta de correo una de ellas me pregunta si el propio enfoque -liderazgo para mujeres- no es sexista y comenta que si bien le atrae la idea de formarse en Oxford no le gusta la hipótesis de que para liderar las mujeres necesitemos un "empujoncito". Tomo el guante de su desafío y comparto mi visión.
Partamos de los hechos. Dato uno: las empresas del Ibex 35 alcanzan un exiguo 27,6% de mujeres en sus consejos de administración. Dato dos: en el evento anual de antiguos alumnos de IESE (Barcelona, 2019) se puso sobre el estrado el reconocimiento de que la brecha salarial ¡existe! la doble carga (casa-despacho) ¡existe! y la falta de diversidad en los comités de dirección ¡persiste!
Otorgando relevancia a las evidencias tenemos dos hipótesis: las mujeres somos inferiores (y por lo tanto conseguimos menos del mundo profesional) o algunos factores ajenos están marcando la evolución femenina con un sesgo penalizador.
Dado que soy mujer, hija y madre además de ex-directiva y emprendedora, me cuesta aceptar que las féminas seamos inferiores. ¿Entonces? Michael West (Universidad de Lancaster) me lo explicó hace una década: los comportamientos se derivan del carácter multiplicado por el entorno social. ¡Ahhh! entorno social que incluye cultura, tradición, usos, costumbres, prejuicios, antropología, jurisprudencia etc. En un momento dado de la historia (2020) la foto estática el liderazgo de hombres y mujeres no parte de cero sino que contiene una herencia que hay que revisar y es ahí donde emergen los programas de liderazgo en femenino: para avivar en las mujeres las brasas que el entorno social ha ninguneado (capacidad de lucha, inteligencia, conocimiento, trabajo, integración de la diferencia, enfoque a soluciones, innovación, instinto, coraje) en una palabra: la capacidad ¡de liderar! Se trata por lo tanto de remontar algunas resistencias externas -nadie cede voluntariamente las posiciones de poner- e internas (inoculadas sibilinamente durante siglos hasta hacerse inconscientes en las propias mujeres).
Aunque en una primera lectura la formulación (liderazgo para mujeres) pueda resultar sexista, el desafío consiste en asumir el "principio de orden" colocando el liderazgo donde corresponde: en el lugar del talento, el compromiso, la valentía, la resiliencia y las competencias propias de un líder hombre o mujer.
Aunque en una primera lectura la formulación (liderazgo para mujeres) pueda resultar sexista, el desafío consiste en asumir el "principio de orden" colocando el liderazgo donde corresponde: en el lugar del talento, el compromiso, la valentía, la resiliencia y las competencias propias de un líder hombre o mujer.
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