A finales de este mes pasaré una semana impartiendo formación en Madrid, una ciudad que me produce al mismo tiempo fascinación y vértigo.
Fascinación por la cantidad de tiendas, galerías de arte, museos, parques, cines, restaurantes, librerías, espectáculos... una sobredosis de casi todo para quienes estamos acostumbrados a vivir en ciudades del norte. Conocido es el dicho: "... de Madrid... ¡al cielo!...".
Vértigo por su intensidad, velocidad y ruido. Acostumbrada a vivir en ciudades de trescientos mil habitantes (Bilbao y San Sebastián) los más de tres millones de ciudadanos empadronados en la capital sobrecoge.
Así que preparo con primor no solo los contenidos que impartiré en la formación a una veintena de profesionales de la sanidad pública, sino los detalles de mi estancia en Madrid.
Dado que las jornadas se desarrollarán en una céntrica y luminosa sala situada en calle más emblemática de la capital española (la Gran Vía) y que ocuparán la práctica totalidad de mis días, busco un alojamiento cercano y encuentro el Innside Madrid. Ahí comienza la constatación de que el 65% de los establecimientos que ocupan la Gran Vía tienen nombres ingleses como asegura un reciente estudio del que se hace eco el rotativo El País.
La lingüista e investigadora de la Uned, Elena Álvarez Mellado, afirma que "... se considera el inglés como una lengua de prestigio y que una bakery es más molona y permite precios más altos que una panadería...". En fin, que a partir de ahora habrá que decir: "... From Madrid... to the heaven...! Ya les contaré.
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