Hasta donde me alcanza el recuerdo, siempre me acompañan un cuaderno y tres bolígrafos: uno rojo, otro azul y el tercero verde. Incluso llevo recambios: tal es mi terror a quedarme sin material para escribir allá donde esté.
La práctica de la escritura manual va conmigo sin excepciones: cuando me desplazo por razones laborales, en los comités de dirección que participo, cuando imparto clases, como turista y, por supuesto, como alumna en clases magistrales, conferencias o seminarios. Para mi escribir es una manera de estar en el mundo, casi de respirar, y -aunque paso horas en el ordenador- no hay día en el que no escriba a mano en mi cuaderno lo que -según investigaciones y expertos- tiene algunas ventajas.
Libro relacionado -de José Antonio Millán- titulado Los trazos que hablan. Editorial Ariel.
Artículo relacionado -de Julia Roiz en El País-: La escritura manual resiste al olvido. TL 2 minutos.
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