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viernes, 5 de marzo de 2010

Dos, y el mundo se para

Orinoco Flow sonando a todo volumen en el salón mientras recojo el desayuno. Compañía de Enya The very best -el lujo que ayer me concedí tras una marathoniana jornada de trabajo lejos de casa-. Trasteo en la cocina cuyo balcón asoma a unos jardines con árboles de azahar, camelias, palmeras y hortensias azules -clásicas de Guipúzcoa-. Oigo voces tras los arbustos que separan el parterre particular. Jóvenes en flor. Ella alza la voz, él da una patada en el suelo. A dos metros pasan unos niños camino del colegio: ellos ni se inmutan... Él la mira, ella se da la vuelta como una danzarina coqueta haciéndose la ofendida. Él lleva de esos pantalones caídos que nadie sabe cómo se sujetan ni Einstein entendería porqué no funciona la ley de la gravedad en estos casos. Se aleja de ella unos... cinco metros, otra patada en el suelo ¡qué culpa tendrán las losetas! Ella dice algo que no alcanzo a comprender, él camina dubitativo, le coge la mano derecha, se acercan... Las playeras de él -grandonas y con los cordones sueltos- a un centímetro en paralelo de las de ella -pequeñas, de lona y con los cordones bien atados-. Se besan. Pasa una señora con un galgo y ellos ni se inmutan. Dos y el mundo se para. Dos en fase hormono-primaveral y el mundo se para. Sigo regando las macetas, los nuevos trasplantes, los aloes que se han reproducido por doquier, un roble cuya bellota trajo Marta de Manhatthan, las púas de Canarias que "robe" en un jardín público hace cuatro años y están gigantescas... Ahí les dejo: tras el seto del jardín al que se asoma la cocina de mi casa. Corro hacia mi trabajo mientras recuerdo A day without rain, la última canción de Enya sonando en el salón. Un día sin lluvia: hoy. Dos y el mundo se para. Fase hormono-primaveral ¡Qué bonitoooooooooooooo! ¡Cursi! Vale.

jueves, 9 de julio de 2009

La sirena

No veo a nadie en el horizonte. Desde hace días, semanas, meses, años, nado a veces con la corriente y otras contra ella. En muchas ocasiones contra la corriente. Quiero pensar que eso me hace más fuerte. Hoy estoy exhausta. Es cierto que algunos días he tenido la compañía de otros nadadores. No lo es menos que varios han desaparecido bajo la espuma de las olas. La vida no se anda con bobadas. Son cincuenta años de nadar. A ratos se me caen las lágrimas. Al comienzo distinguía con nitidez el salitre de mis ojos del salitre del mar. Ahora ya no puedo apreciar la diferencia: creo que me estoy fundiendo con el mar. Acaso confundiendo con el mar, la mar: nuestra mar.


No veo a nadie en el horizonte. Tal vez sea miopía de recursos o -sencillamente- astigmatismo. El caso es que me gustaría un poco de compañía y no estaría nada mal que un pesquero me permitiera descansar unos días en cubierta. ¡Tantas brazadas en dirección al amanecer! Es agotador.


Durante muchas semanas nadó a mi lado una pequeña sirena: era simpática, juguetona, brillante... Creció, llegó un momento en el que quiso protagonizar sus propias aventuras y -tras un remolino de agua y viento- desapareció. Eso me hizo sentir triste, apagada, gris, sola. Esa es la palabra terrible: sola.

Hoy escribo para ella: por si me lee entre las líneas del horizonte y -alguna vez- regresa por un tiempo (ver foto) ¡Nos reíamos mucho juntas! ¡Era tan estimulante y bello estar a su lado! Ningún otro humano tiene su encanto. Nadie alumbra tanto la existencia como ella: ni siquiera la medusa aurelia aurita (eléctrica y luminosa en la noche más oscura del alma).

Sigo nadando hacia el amanecer: esperando su regreso. Exhausta.

martes, 21 de octubre de 2008

Brownie

En blanco estaba la página de las plegarias esta mañana.
Algodonosa, casi de lino puro y en blanco esperando una oración.

Pasé por allí, alguien dijo que estábamos a 8.000 metros de altitud. La belleza del espectáculo de nubes era tal que me acordé de ti y recé para la eternidad tratando de alcanzarte en el ahora y aún cuando yo ya no esté. Pedí protección sobre todo cuando yo no pueda cobijarte.

A mil kilómetros de distancia te envolvió una sensación alegre e hiciste galletas de chocolate con adornos de confetti comestible y relleno de ternura(brownies). Después tocaste el violín y supiste que alguien en el planeta te quería honestamente. Vibraron al unísono los cien mil arcos del Conservatorio Superior de Música de Stuttgart, los geólogos hablaron de un terremoto leve en la escala Richter olvidando que las vetas más profundas de la tierra están hechas de amor.