Orinoco Flow sonando a todo volumen en el salón mientras recojo el desayuno. Compañía de Enya The very best -el lujo que ayer me concedí tras una marathoniana jornada de trabajo lejos de casa-. Trasteo en la cocina cuyo balcón asoma a unos jardines con árboles de azahar, camelias, palmeras y hortensias azules -clásicas de Guipúzcoa-. Oigo voces tras los arbustos que separan el parterre particular. Jóvenes en flor. Ella alza la voz, él da una patada en el suelo. A dos metros pasan unos niños camino del colegio: ellos ni se inmutan... Él la mira, ella se da la vuelta como una danzarina coqueta haciéndose la ofendida. Él lleva de esos pantalones caídos que nadie sabe cómo se sujetan ni Einstein entendería porqué no funciona la ley de la gravedad en estos casos. Se aleja de ella unos... cinco metros, otra patada en el suelo ¡qué culpa tendrán las losetas! Ella dice algo que no alcanzo a comprender, él camina dubitativo, le coge la mano derecha, se acercan... Las playeras de él -grandonas y con los cordones sueltos- a un centímetro en paralelo de las de ella -pequeñas, de lona y con los cordones bien atados-. Se besan. Pasa una señora con un galgo y ellos ni se inmutan. Dos y el mundo se para. Dos en fase hormono-primaveral y el mundo se para. Sigo regando las macetas, los nuevos trasplantes, los aloes que se han reproducido por doquier, un roble cuya bellota trajo Marta de Manhatthan, las púas de Canarias que "robe" en un jardín público hace cuatro años y están gigantescas... Ahí les dejo: tras el seto del jardín al que se asoma la cocina de mi casa. Corro hacia mi trabajo mientras recuerdo A day without rain, la última canción de Enya sonando en el salón. Un día sin lluvia: hoy. Dos y el mundo se para. Fase hormono-primaveral ¡Qué bonitoooooooooooooo! ¡Cursi! Vale.
viernes, 5 de marzo de 2010
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