lunes, 18 de agosto de 2025

Jubilarse... ¿es morir?

 

Antonio Banderas no se jubila. Tiene sesenta y cinco años y sigue al frente de su actividad como actor, empresario y revisalsas, según confiesa al periodista Gregorio Belinchon en El País. Tiene dinero, fama, contactos, propiedades, amigos y hobbies pero considera que jubilarse es morir. Curioso ¿no les parece?

Percibo una corriente mundial que arrastra a la sociedad hacia una vida de ocio y consumo -a cualquier edad- cuya contraparte es el desprecio al esfuerzo en general y al trabajo en particular como actividad con sentido que orienta y ordena el devenir de las horas y los días. 




En el año 2016 Timothy Ferriss  publicó un libro titulado "La semana laboral de cuatro horas" con el subtítulo: no hace falta trabajar más. El autor se gana la vida como asesor de empresas tecnológicas en Silicon Valley y quizá practique lo que propone, pero no aplica al 90% de los mortales. Sin embargo, la idea de vivir bien trabajando cuatro horas a la semana fue "comprada" por la mayoría: la chispa prendió con fuerza hace nueve años y se expande hasta el hoy. El deseo de jubilarse forma parte de este incendio devastador en el que el trabajo es demonizado y el ocio consumista se torna panacea existencial. Alguien debiera decir que semejante propuesta no es viable, no es igualitaria y -en mi opinion- carece de sentido. 

Aplaudo a Antonio Banderas que no quiere jubilarse porque desea una vida en plenitud entendida como desplegar una actividad que aporte a los demás. 

La semana laboral de cuatro horas no es viable para el 90% de la población mundial y la jubilación no es sostenible en España tal y como está concebida -explosión demográfica del baby boom con jubilaciones altas que perciben fondos de las arcas del estado durante más de veinte años-.

Pero para mi la cuestión no es tanto la viabilidad económica del planteamiento, cuanto la búsqueda de sentido a lo que hacemos. Si se goza de salud y se puede ejercer una actividad que aporte a la sociedad ¿por qué no hacerlo? Los expertos -que no se atreven a decir alto y claro que el sistema español de pensiones no es sostenible- sugieren alternativas: que los mayores de 65 años realicen mentorías a los más jóvenes, trabajen por proyectos, realicen voluntariado, organicen cooperativas o presten servicios que aporten a la comunidad. Algo es algo.

Por su parte el profesor de Estrategia de Deusto Business School, Guillermo Dorronsoro, sugiere modificar la mirada sobre la longevidad y hacerlo con valentía. 

Me quedo con la determinación de Antonio Banderas: seguir profesionalmente activo más allá de los sesenta y cinco años aunque se cumplan los requisitos para jubilarse. También con la idea de modificar la mirada sobre la longevidad y hacerlo con valentía (al fondo de la cuestión) y desde luego abogo por un mundo donde el trabajo sea tratado con respeto y se le otorgue valor que merece.


Material relacionado: en el año 2024, la Universidad del País Vasco organizó un curso de verano -coordinado por el geróntologo Javier Yanguas- que explicaba la "nueva longevidad". Vídeo. Dura: 4 minutos.

viernes, 1 de agosto de 2025

La IA mata el pensamiento crítico

 

No corro y no compito. Un poderoso empresario quiso integrar mis cursos de liderazgo y equipos en sus programas formativos. Había asistido a varios de mis talleres y estaba fascinado con la metodología, las dinámicas en aula, el cóctel de enfoques que aportaba, el análisis de casos reales y la satisfacción de los alumnos. Así que quiso capturarme. 




No éramos amigos, pero quedábamos de vez en cuando para tomar un aperitivo en alguna de las cafeterías de Madrid en las que era conocido como cliente vip. Tuvimos varias conversaciones en las que me proponía integrarme en la oferta de cursos de su empresa. Yo le escuchaba y por una vez fui cauta: exploraba las condiciones que ponía sobre la mesa y volteaba los aspectos inaceptables. Por ejemplo, las condiciones contractuales y económicas. Durante algunos encuentros bailamos sin pisarnos los pies: él estaba acostumbrado a negociar y su perfil comercial le permitía ajustar el paso al vals y la jota. La realidad es que no avanzábamos y él tenía prisa. 

En un momento dado perdió la paciencia, se enfadó y me habló de las paupérrimas condiciones económicas en las que trabajaban algunos de mis colegas -a los que llamaba competidores-. Yo le mire con cariño (en el fondo me caía bien) y con enorme tranquilidad le dije: "... yo no corro y no compito...", lo que le sacó de quicio y no cerramos ningún acuerdo.
 
El empresario y yo seguimos tomando café de vez en cuando y hoy me ha confesado que muchos de los cursos que imparten sus formadores están diseñado íntegramente con Inteligencia Artificial: puro recorta, pega y colorea. Ha visto mi cara de reproche y -al igual que antaño- me ha hablado de mis "competidores",  a lo que he reiterado mi contestación: "... no corro y no compito...". Nos hemos reído los dos.

No compito con la IA, aunque ella y su algoritmo compitan conmigo. Por una cuestión de principios y coherencia (comportamiento al que otorgo importancia) las formaciones que imparto seguirán siendo la condensación de los cientos de lecturas, decenas de formaciones recibidas y miles de horas de trabajo directo con líderes y equipos. Y, desde luego, seguirán siendo artesanales: esa es su autenticidad  y acaso su valor.

Finalmente me resultan interesantes las conclusiones de una investigación reciente publicada en la Harvard Business Review según la cual el uso habitual de IA deteriora la capacidad de aprendizaje, debilita la memoria y dificulta la configuración de ideas complejas y la creatividad. Además erosiona el pensamiento crítico. Puro veneno intelectual.


Artículo relacionado El País. Tiempo de lectura: 2 minutos.
Artículo relacionado en La Vanguardia. Tiempo de lectura: 2 minutos.
Artículo relacionado del documentarista Caelan Conrad. Tiempo de lectura: 4 minutos + vídeo.

sábado, 26 de julio de 2025

El desorbitado precio del silencio directivo

 

La escena es esta: el Comité de Dirección empieza a la hora prevista y se abordan los temas del orden del día. Cada departamento presenta las modificaciones que se han producido desde el encuentro anterior. La informacion entra por las orejas de los directivos y alcanza el cerebro donde pasa un primer corte: qué capturar y qué obviar... A lo que interesa la mente aplica un segundo corte ¿hablar o callar? A la velocidad de la luz el cerebro calibra si merece la pena intervenir. La mayoría de las veces la respuesta es negativa y los silencios en los comités de direccion son pura expresión de la actitud "nadar y guardar la ropa".




Los directivos creen asegurar su puesto en la medida en que no incomodan, es decir, aseguran su puesto en la medida en que no ejercen el pensamiento crítico aún cuando sean los expertos en un tema o se trate de un riesgo para la empresa. El "yo" se impone al "nosotros" y conservar la privilegiada posición de directivo (a corto plazo) prevalece sobre los intereses de la organización (a medio plazo). Callan, luego otorgan, en un ejercicio donde guardar la ropa es una regla tácita que todos respetan. El coste de esta práctica habitual en los Comités de Dirección es alto para las empresas pero a nadie parece importarle.

No rebatir datos inexactos o falsos, no alertar de peligros y no aportar argumentos que propicien debates y enriquezcan la toma de decisiones son comportamientos ajenos a mi concepto de ejercer como directiv@ de una compañía. Interpreto los silencios generalizados como síntomas de complicidad con la inexactitud, cortedad de análisis, ausencia de criterio y -sobre todo- cobardía.

Si el plenario calla, se produce una falsa sensación de armonía (todos estamos de acuerdo), los temas pasan de un comité al siguiente (parece que avanzamos), pero la realidad es que las disonancias y errores se acumulan debajo de la alfombra hasta que estallan en pérdidas millonarias, cierre de plantas productivas o ERES masivos. 

El silencio sostenido durante la etapa de guardar la ropa -en la que hubiera sido posible cambiar la evolución de los acontecimientos- se torna ruido infernal cuando las cosas se precipitan al vacío y ya es tarde para modificar el rumbo de los hechos. La cobardía de los directivos pasa factura: guardan la ropa y pierden el norte. Es un espectáculo dantesco.


jueves, 24 de julio de 2025

El poder de la actitud

La actitud con la que abordas el trabajo condiciona tu carrera profesional. El llamado "juego interior" traza una invisible pero firme escalera hacia el éxito o el fracaso...

Transporto una carátula de Imaginarium que contiene las imágenes de la fotografía. Los personajes viajan conmigo a empresas de todos los tamaños y sectores. En las formaciones que imparto, configuran el kit que cosifica conceptos abstractos como el "inner game" (juego interior) que se despliega en nuestro interior y precede nuestros comportamientos y -por lo tanto- nuestro éxito o fracaso.

Pocas veces somos conscientes de la actitud con la que nos movemos en la fábrica o el despacho... Por favor, párate un momento y contesta a esta pregunta: ¿con cuál de las cuatro imágenes se identifica tu día a día?




Mi mentor Sir John Whitmore puso sobre el tapete del management internacional el concepto "inner game" y lo desarrolló en su libro "Coaching" cuya última edición data del 2018. La idea está en la base de todo lo que se ha desarrollado entorno al entrenamiento profesional en el marco productivo (liderazgo y equipos) y, sin embargo, se olvida una y otra vez.

Si quieres tener una exitosa carrera profesional necesitarás el amplio portfolio de conocimiento, experiencia, habilidades y competencias pero la diferencia la marcará la actitud con la que abordes cada jornada. La buena noticia: tú eliges el talante con el que asumes los desafíos. Recuerda la secuencia: al juego interior le siguen los comportamientos y a los comportamientos reiterados le siguen el éxito o fracaso de tu carrera profesional.

Me gustará conocer tu experiencia, o lo que te sugiere la lectura de este post. Escrito sin utilizar IA.

sábado, 19 de julio de 2025

Viaje a Londres

 

"Dos perros son dos perros" es una expresión que utilizo cuando he tocado fondo en un debate. No acontece con frecuencia ni a la primera de cambio, pero ocurre.

Cuando he argumentado en todos los idiomas, he puesto sobre la mesa datos y estadísticas, he agitado el cóctel neuronal, encontrado metáforas y puntos de referencia, dialogado largamente y chequeado mi sistema de valores buscando resquicios que me permitan renunciar a mis creencias, entonces se me escapa el "dos perros son dos perros".

Si mi cabreo sube de intensidad (algo que ocurre pocas veces al año) utilizo otra expresión que indica que he tocado el fondo del fondo del debate. Se trata de la afirmación: "el cielo arriba y la tierra abajo", una apelación a la lógica de lo obvio y un desesperado intento de que se escuchen con empatía las ideas que comparto. ¿Por qué traigo estas confidencias al blog? 



Preparo un viaje a Londres, una de mis ciudades favoritas. Aunque he estado en numerosas ocasiones, la investigación previa me permite disfrutar de la aventura semanas antes de despegar del aeropuerto de Loiu (Bilbao, Vizcaya). 

De la estantería de viajes del salón recupero todas las guías de Londres que he acumulado en la última década. Entre otras, The 500 Hidden secrets of London, Londres (Baedeker Sgel) y Top 10 Londres. Las publicaciones están llenas de posts it, anotaciones a pie de página y marcas en los planos del metro y la ciudad.

Ayer vino una amiga a casa y vio la mesa de mi despacho llena de papeles, libros, acuarelas y los citados volúmenes de Londres. Mientras yo preparaba un café estuvo ojeando las guías y cuando volví con las dos tazas me dijo que no perdiera el tiempo ya que el material era antiguo. Charlamos un rato sin que modificara un ápice su punto de vista: había que tirar las guías y centrar las búsquedas en Google y en la Inteligencia Artificial. Eso desquicio mi enfoque artesanal de la aventura londinense, así que le pregunte si la Torre de Londres habría dejado de medir 27 metros de altura, si Saint Paul's Cathedral ya no tendría la campana más grande de Europa, si Liberty ya no diseñaría telas y si la Tate no albergaría las 20.000 acuarelas que tanto he disfrutado en viajes anteriores (datos que aparecen en las guías). Dos perros son dos perros. 

Hay cosas que permanecen y cuyo valor es intemporal y cosas que cambian, pero coger la parte (las guías en papel) por el todo (que no sirven para nada) me parece un atropello a la razón. Claro que consultaré de antemano los horarios de los museos, la cotización de la libra y el precio de los viajes en barca por el río, pero ¡por favor! el cielo de Londres arriba y la tierra de Londres abajo, junto al Támesis. 

El rechazo por sistema de todo lo que ayer tuvo un valor referencial (una guía urbana, un método de trabajo, una competencia de liderazgo, una sólida formación intelectual, un sistema de valores y hasta una receta de cocina) en pro de un modernismo a ultranza que aún tiene que demostrar sus bondades irrita mis neuronas. Ahora ya conocen la historia de los dos perros.


miércoles, 9 de julio de 2025

Estrés y Quietud. ¿Equilibrar? No. Transformar

 

¿Juegas a corto o a largo? ¿Tu sistema de bienestar necesita el placer inmediato o es capaz de esperar la recompensa? ¿Precisas estímulos fuertes y continuos o puedes llenarte con moderados momentos de placidez? De eso van dos neurotransmisores de nuestro cerebro: la dopamina (chute rápido) y la serotonina (chute lento y sostenido).





Las vacaciones en familia permiten observar de cerca los comportamientos de algunos miembros del clan con quienes no coincido el resto del año. Unos me sorprenden, otros me fascinan y algunos me ponen los pelos de punta. No se trata de enjuiciar ni de poner etiquetas, sino de aprender lo mejor de cuantas personas nos rodean (también durante las vacaciones en familia).

Un hombre de mediana edad de nuestro clan es adicto a la dopamina: todo el tiempo necesita estímulos de alta intensidad lo que -incluso como observadora- resulta agotador. Lo percibo insaciable y me pregunto cómo será su comportamiento en el despacho de abogados que lidera. Lo que sus actitudes revelan es que necesita estímulos que una vez satisfechos le duran treinta segundos y "game over" (se desvanecen como una estrella fugaz). Quizá la contraparte de la tiranía de la dopamina sea la frustración (si no es posible mantener recurrentes picos de placer).

Una mujer de mediana edad de nuestro clan es adicta a la serotonina: riega pacientemente las semillas de su bienestar con la persistencia de un monje tibetano y espera a que florezcan. Vea o no los brotes, ella practica sus sesiones de yoga en el jardín de la casa familiar del que también se ocupa con primor y -según dice- alcanza estados de felicidad suprema cuando pasea con los perros.

Sin tipificar al hombre ni a mujer de mi clan, ni parodiar el dominio de la dopamina o la serotonina, podemos identificar pautas de bienestar sostenible (en ella) y de frustración recurrente (en él). Los aprendizajes aplicados al mundo empresarial son apasionantes. 




La empresa Healthy Minds  ha diseñado un programa que cuantifica los riesgos psicosociales en las empresas sobre parámetros que miden la carga de trabajo, el ritmo, la conciliación, la toxicidad de los directivos etc. Los expertos proponen "compensar" los excesos (si trabajas mucho, descansar mucho; si produces a ritmo acelerado, vivir a ritmo lento). No creo que la solución a los dilemas humanos pase por "compensar" sino por transformar. La compensación perpetúa el perverso sistema que tensa los extremos. Transformar impacta en la raíz de las cuestiones. Y en esas estoy en los programas para directivos que diseño para el otoño 2025.


Artículo relacionado en El País. TL 3 minutos.
Firma especializada en Retiros de lujo para empresarios. Web.
Autoría de la primera foto: Jaap Arriens.

miércoles, 2 de julio de 2025

Patti Smith o la atracción de un imán

 

La noticia de que Patti Smith dará un concierto en el Teatro Real (Madrid) el 8 de octubre del 2025 me puso en la pista de un personaje que yo vinculaba a mis años del periodismo en RNE Bilbao. En aquella época Pablo, un compañero de la radio, compraba toneladas de revistas en inglés entre las que recuerdo Rolling Stone, que él adoraba aunque no entendía. Yo le traducía los principales contenidos para sus programas centrados en la vanguardia del rock y así es como descubrí a Patti Smith.

En aquellas publicaciones ella aparecía como una de las pocas mujeres que se subía a los escenarios, ponía voz a sus creaciones y tocaba la guitarra con su banda: una pionera que se codeaba con los grandes interpretes y saltó a la fama con Because the Night, escrita con Bruce Springsteen.




Patti Smith estará en Madrid para celebrar el cincuenta aniversario de Horses, su primer disco cuya portada vemos en la fotografía tomada por el artista Robert Mapplethorpe. La gira mundial para celebrar el aniversario de Horses ha desatado un sinfín de publicaciones que permiten descubrir que Patti Smith es una referencia en el rock y una notable escritora.

Autora de más de una decena de libros en varios registros (autobiográfia, novela y poemarios), en 2010 ganó el National Book Award con el título Éramos unos niños cuya lectura me ha fascinado.

La atracción por el relato nace de un ritmo trepidante, poético y salvaje en sintonía con el ambiente neoyorkino que describe. 

Dado que siempre que leo registro mis sensaciones por escrito, si tomo una de las notas notas a pie de página encuentro esta frase: "... el libro coge velocidad e intensidad y se te clava como un chaleco de chinchetas sobre la piel...". Hacia la página cien el relato se centra en el Hotel Chelsea, refugio de artistas de renombre como Bob Dylan, Leonard Cohen o la propia Smith. Las últimas cinco páginas del libro alcanzan una delicada combinación poesía y dureza al describir las horas previas a la muerte de su gran amigo Robert Mapplethorpe. 

Reconoceré que aún no he descubierto porqué me ha gustado tanto Eramos unos niños, toda vez que las escenas y los personajes se alejan de mi mundo, pero la realidad es que al coger el libro de la mesilla cada noche sentía que le volumen me atraía como un imán. Patti Smith posee una interesante cultura literaria y un variado cóctel de referencias artísticas, pero lo que más aprecio es su valentía al mostrarse sin filtros: con buena y mala cara, con gestos agradables y obscenos, y en escenarios miserables y opulentos. En una palabra, me atrae su auténticidad, una característica en extinción en un mundo saturado de maquillaje.