Comenzamos siendo un grupo. Terminamos siendo un equipo. No lo digo yo (que no valdría gran cosa) sino ellos (y eso sí merece la máxima credibilidad) al cierre del workshop "Enfoque Creativo del Coaching" que este fin de semana me ha llevado de la Estación del Norte en San Sebastián a la Estación de Chamartín en Madrid (ver imágenes en el álbum Picassa).
Hemos reído, llorado, hablado, preguntado, respondido, jugado, abrazado, escrito, enseñado y aprendido. Todos juntos, ateniéndonos con rigor al guión estructural del taller. Quince puntos en el temario, siete dinámicas participativas variadas: rápidas-lentas, uno a uno-grupales, cómodas-incómodas, hard-soft. Diecisiete páginas grandes del papelógrafo (pizarra de papel) atestiguan la intensidad de nuestro esfuerzo por alcanzar la otra orilla: el necesario aprendizaje que algunos transformarán en su profesión de Coaches full time mientras que otros aplicarán a sus respectivas carreras.
La enorme trainera de la Escuela de Negocios Hune nos ha llevado lejos transitando partes teóricas, bibliográficas y experienciales (prácticas) tan vitales en el aprendizaje del Coaching.
Los remeros del Manzanares están interesados (como yo) en conocerse a sí mismos para así mejor trabajar y servir. Conocerse a sí mismos para disfrutar de lo que hay "sin ruidos limitantes" mientras nos acercamos al mundo de los sueños que se transforman en objetivos y en objetivos que se materializan en realidades. Disfrutar incluso de lo que no hay. Verán, al término de cualquiera de los workshops que imparto pido feedback por escrito, una especie de encuesta de satisfacción anónima en la que las personas aportan su valoración. Pues bien, en el epígrafe profesión una alumna escribe: "... me encuentro en paro y soy feliz..." Disfruta incluso de lo que no hay. ¡Qué estupenda paradoja!
Cuando les pregunto qué se llevan del workshop aluden a ciertos aspectos concretos del aprendizaje y a otros que provienen de su generosidad, niveles de consciencia o de su propio momento vital. Dicen cosas muy hermosas que a modo de homenaje retomo aquí en parte.
- Me llevo... un espacio de libertad.
- Me llevo motivación a raudales.
- A partir de ahora me doy permiso para ser a un tiempo rigurosa y creativa sumando mis dos talentos.
- Me llevo... alivio al comprobar que es posible ser uno mismo y manifestarlo sin sufrir rechazo de otras personas ni penalización por la diferencia.
- Después de este taller me atreveré a practicar aquello en lo que creo dejando a un lado el miedo.
Y es que... en el Manzanares no hay cocodrilos sino duendes, trasgos, hadas remando juntos en la dirección de sus sueños que este fin de semana pasaban en forma de Equipo 31 por la calle Conde Serrallo número cuatro. Marcando paletadas al unísono, los remeros bien entrenados llegan tan lejos como uno pueda imaginar. Doy fe.
1 comentario:
Bravo azucena.
No teniamos ninguna duda que tu, como capitana de esa trainera multitudinaria, llevarias la nave a buen puerto, incluso a cuaquier puerto sin que se te ahogara nadie y reanimando a muchos.
Bravo capitana.
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