Caen las hojas. Retiran los yates de la bahía. Se llena de paraguas el Boulevard.
Cojo el autobús número cinco camino del despacho. Acabo de desayunar y una miguita de magdalena se cruza en mi garganta: toso dos veces, levemente. Trago saliva. Carraspeo. Vuelvo a toser dos veces, levemente. Medio autobús me da la espalda, se voltea al unísono y a la velocidad de la raqueta de Nadal. Si hubiera peraltaje, el impacto de tantas personas virando su espalda a la vez hacia el mismo lado haría peligrar la estabilidad del autobús. Exagero, desde luego. Psicosis. ¿Qué pensaron al oírme toser? Gripe A. ¡¡Ahhhhh!!
Les aseguro que me he sentido como si tuviera lepra, proscrita, repugnante, maldita. Dos toses en dos tandas, provocadas por una miga de magdalena. ¡Por favor, no me excluyan del reino de los mortales!
Caen las primeras hojas, retiran los primero yates de la bahía y se llena de paraguas el Boulevard. Es tiempo de otoño y se aproximan las hordas de trabajo a destajo... en gajos, je je, perdonen el juego... y la rima en a-o.
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