Hay días que traen la cosecha de décadas sobre el pentágrama de sus veinticuatro horas naturales. El caminante -acostumbrado a cruzar desiertos sin agua y con la sola compañía de su esperanza y voluntad- acumula jornadas de cansancio y persistencia en la tarea. El solitario y heroico personaje (en el que a ratos nos convertimos todos) encuentra de vez en cuando un porvenir y apenas puede distinguir si es espejismo o realidad. Al borde del agotamiento -nunca de la desesperanza- el alma que llevamos dentro reconoce la esencia del merecido tesoro y finalmente sonríe y acaso suspira aliviada mientras aligera el peso de la nada, la sinrazón, el desconcierto, la fatiga de la incomunicación y otras plagas.
Hay amaneceres que traen un porvenir para los desheredados de la tierra que somos todos y entre el estupor y la alegría merecen una parada para celebrar. Estoy en ello tras la conferencia de ayer en la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Bilbao: cien personas (éxito nunca vivido con anterioridad en esa institución) agotadas las tarjetas, los resúmenes de la ponencia, el cava y el rioja; colmada la complicidad y el agradecimiento a la vida, a las personas, a los compañeros de viaje. Y el afilado cuchillo de cristal del eco que pregunta... ¿Será cierto?
1 comentario:
Felicidades Azucena!
me alegro muchísimo de que haya sucedido así (aunque yo ya tenía claro que todo iría estupendamente).
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