martes, 9 de marzo de 2010

Ausencia

Hielo. El invierno no ocurre cuando el termómetro baja de cero, sino cuando se hiela el corazón porque no nos quiere la persona a la que queremos, está lejos, o enzarzada en la batalla del vivir y no le alcanza el tiempo para "vernos" en un sentido pleno y chamánico.

Hoy siento frío en el alma porque algunos familiares están lejos geográfica y emocionalmente. Hielo porque otros quizá no regresen jamás para celebrar en casa la Navidad. Impotencia ante los que se fueron para no volver por muerte súbita.

Somos seres relacionales que lanzaguidecemos sin contacto humano. La piel -esa frágil seda que nos separa de los otros- se marchita cuando falta tacto. Tacto en los dedos y en el trato: amabilidad, alegría, respeto, ternura, tiento.

La velocidad a la que vivimos, la intensidad a la que vivimos, se come a veces la opción "contacto" del catálogo de elecciones cotidianas: hace un mes que no hablo por teléfono con mi madre, hace dos meses que no abrazo a mi hija, hace tres años que no quedo con Sarita. Hielo. Resbalo en lo que denominamos dobles bucles o intereses encontrados de igual intensidad en positivo y negativo que -por lo tanto- se anulan entre sí. Jaque/Mate.

Hoy se ha instalado el hielo en mí: fuera cero grados, dentro ausencia, silencio que corta, añoranza de quienes no están. Me voy ahora, he quedado con Maite: juntas iremos a una conferencia de Xesco. Me sacudiré los copos de nieve de las solapas. Nos reiremos cómplices sobre el filo de la navaja de lo que juntas vamos creando para un mundo que resbala empujado por la velocidad intensa del Hacer mientras olvida la esencia del Ser. Hielo.

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