domingo, 8 de diciembre de 2013

Todo Suma


Tras unos días de frenética actividad por fin alcanzo el teclado como el naufrago el último penacho después el temporal.

La velocidad mundana a la que me veo sometida me acerca a niveles de "enajenación" que para mi no es otra cosa sino pérdida del centramiento (la presencia). Acaso no queda otra si optas por una vida independiente de filiaciones políticas, subvenciones, ideologías y amigüismos. Desde hace treinta años manejo con profesionalidad la espada de mis conocimientos y experiencia. No me quejo, me va bien. Pongo en ello toda mi energía, mi vida, en verdad lo único que tengo. 

Cuando por fin alcanzo el penacho y reagrupo las notas mentales que durante días he ido acumulando en el backstage de mi cerebro para escribir un post, lo que encuentro son retales desgarrados tras el movimiento sísmico de la frenética actividad. Sea como fuere, como Penélope me dispongo a tejer-destejer la red de mis pensamientos disruptivos.


Dejo atrás mil kilómetros de coche, diez águilas al otro lado de la ventanilla, cien ovejas, cien vacas y cien chimeneas rústicas en la campiña francesa. Finalmente dejo atrás mil árboles y cien mil hojas rojas como la mancha de un tinto cuyas desnudas cepas tiemblan con la escarcha. Vengo de un viaje de mil kilómetros en tres días, de conocer a un chamán, de dormir mucho, convivir con mi hija, hacer fotografías y conversar. Tambien vengo de un viaje interior y me aferro a la escritura como el naufrago a la última tabla o el impotente a la última amante.

Desconozco qué hay de verdad en la afirmación de Viktor Frankl según la cual el que tiene un para qué halla un cómo. El caso es que en las últimas semanas las "marcas en el camino" se intensifican, o así me lo parece. Un Ceo con el que trabajo llega al despacho desde el aeropuerto tras supervisar durante un mes la planta que su empresa tiene en India. Le percibo bajo sock y así lo confiesa en los quince primeros minutos del entrenamiento. Aunque no es la primera vez que viaja a India, en esta ocasión parece que no puede obviar algunas percepciones: cierto grado de felicidad inmotivada en los lugareños, el aroma espiritual de los mantras y la serenidad de Goa al atardecer. Dice que quiere irse a vivir allí y le sugiero que temple el sable y busque "el sabio camino del medio" ya que no todo será perfecto en India y no todo será imperfecto en el País Vasco (Europa, Occidente). Anota la tarea en su cuaderno y se despide. Al cerrar la puerta del despacho aún flota en el ambiente su zozobra.


Después leo la muerte de Mandela, los homenajes, y aquella célebre frase al entrar en prisión (1964): "Tengo un ideal por el que estoy dispuesto a morir".

Más tarde me asomo a las redes sociales. Un consultor internacional ha establecido su base de operaciones en un santuario catalán donde ora et labora: tala leña, recoge las ovejas, asiste a los oficios, cultiva la huerta, pasa frío, tiene dificultades con la conexión a internet cuando hay tormenta... Dice que allí ha encontrado el equilibrio: semanas de frenética actividad en alternancia con semanas de silencio en el santuario. ¿El sabio camino del medio? Desde la cima montañosa es frecuente contemplar el arco iris, sentir que los cipreses creen en Dios y conectar con la vocación que acaso sea vivir centrado (presente) y contribuir al mundo con las mejores cualidades-conocimientos-experiencias que poseemos.

Sin corbata. Observo que los mejores consultores trabajan sin corbata, acaso porque estrangula en la garganta las verdades que pueden propiciar los auténticos cambios organizacionales ?!

Sin tacones. Descubro que las mejores consultoras internacionales viven centradas, presentes y bien plantadas en la tierra para contribuir más y mejor en la construcción del futuro deseado. Sin maquillaje: profundizando  en el cambio que va al fondo de las cuestiones (causal) e intencional.

La semana que comienza tiene marcas en mi agenda, marcas en el camino de la contribución desde una vocación cuya vocecita hay que pararse a escuchar porque en el mundo empresarial es posible aunar beneficio con sostenibilidad ambiental así como beneficio con satisfacción de las personas. Le llaman Responsabilidad Social Corporativa. Le llaman haz el bien y no mires a quién. Le llaman la Economía del Bien Común. Le llaman la Filosofía Colaborativa. La cuestión es que todos tenemos algo que decir y hacer al respecto. Hoy, aquí y ahora. Todo suma.


Más sobre la vocación pinchando aquí.

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