viernes, 24 de enero de 2014

HastaElGorrico


A las siete de la mañana suelo rastrear la prensa económica en busca de noticias positivas que cuelgo en las redes sociales como contrapeso al desánimo generalizado. 

Pero hoy no he puesto el despertador y a las nueve de la mañana abría los periódicos mientras me tomaba un café con espuma en el Narru. Los tertulianos madrugadores ya se habían llevado la poca esperanza que aportan las noticias. A las diez no quedaba ni rastro de titulares en clave de "optimismo realista" que es como encabezo mis aportaciones en Linkedin y Facebook. Por contra, lo que he hallado ha sido noticias malolientes: Casi 700.000 hogares españoles carecen de algún tipo de ingresos + 3,5 millones de parados llevan más de un año sin trabajar + En España vivimos seis años consecutivos de destrucción de empleo + El paro se mantiene en un 26% de la población activa. Hastaelgorrico



Pero no renuncio a la búsqueda de esperanza aunque tenga que alquilar el submarino amarillo y bajar a las profundidades marinas asesorada por Azti-Tecnalia. De hecho, cada entrenamiento, cada formación, o cada proyecto que emprendo nace sobre un gramo de esperanza al que vamos añadiendo sal y pimienta para hacerlo crecer en nuestro mundo. El planeta se ahoga y las personas con el planeta... ¡o a mi me lo parece! Así que estoy obsesionada con aportar aire. Aliento.  

Ayer (jueves 23) asistí al antepenúltimo episodio de robo de esperanza. Fue en Eutokia -el Centro para la Innovación Social de Bilbao- donde Javier Goikoetxea e Ivan de la Cal reunieron a una docena de personas interesadas en cambiar el mundo, titular de su presentación. 

En realidad fue el torpe esbozo de un proyecto que en marzo se materializará en una web centrada en lo que anunciaron como "la economía de las personas" y donde a partir de la aportación de quince euros mensuales se apoyará la creación de proyectos sociales. Quince euros al mes sin retorno. El discurso mostró muuuchos agujeros negros en su descuidada presentación llena de palabros huecos por su uso-abuso: altruismo, solidaridad, espíritu colaborativo...  


A los siete minutos de la presentación ya me preguntaba qué hacía allí y por qué mis neuronas siguen derrapando con terquedad en búsqueda de agua donde sólo hay desierto... ?! Miré a mi alrededor para descubrir que era una senior entre júniors (la edad media estaba en la treintena) que escuchaban ensimismados un discurso que -aún suponiendo bienintencionado- carecía de sentido, en el mejor de los casos, o era una broma macabra: el intento de robo de la última esperanza del último bolsillo de las personas más golpeadas por el sistema.

Me fui a los treinta minutos sin hacer ruido porque aún tenía que alcanzar el metropolitano, el autobús que me conduciría hasta San Sebastián, y el coche para llegar a casa al filo de las nueve y media de la noche. Me hice un vitamínico puré de calabaza y no puse el despertador porque tenía el ánimo maltrecho. Otro día más, mejor... y ¡en clave de optimismo realista!


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Comentario Acertado. Reflejo exacto de los grupos "salvadores" que crecen como "setas" insuflados de Ego con sonrisa fija aderezo de la ignorancia de conocerse.

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Gracias por el comentario. Me tranquiliza (un poco) comprobar que hay otras personas con percepciones similares y no soy una voz en un desierto. Hay eco. ¡Gracias!