Hace unos días tuve pesadillas. De hecho, una de ellas me despertó a las siete de la mañana siendo festivo. Es posible que sintiera un poco de hambre o ganas de ir al baño, aunque lo más probable es que estuviera siendo atormentada por algunos encargos laborales inconclusos que ululan en la noche de mi mente como búhos.
El caso es que estaba físicamente molida y emocionalmente desinflada, algo que sencillamente ¡no puede ser, Azucena! así que me pregunté ¿cómo doy vuelta al calcetín de mi ánimo?
El caso es que estaba físicamente molida y emocionalmente desinflada, algo que sencillamente ¡no puede ser, Azucena! así que me pregunté ¿cómo doy vuelta al calcetín de mi ánimo?
Antes de poner el rayado pie blanco y negro sobre la alfombra tomé tres decisiones. Primero me ocuparía del cuerpo con una sesión aeróbica = limpieza de cristales ¡que falta hacía! A continuación me centraría en la mente = café en el Narru y lectura de un capítulo del libro de Bert Hellinger Historias de Éxito en la Empresa y el Trabajo. Finalmente me focalizaría en el alma = un buen paseo en silencio meditativo a orillas del Cantábrico aspirando el salitre y dejándome salpicar por los tigers, nomenclatura portuguesa para designar a las agitadas olas marinas.
Las decisiones consiguieron transformar satisfactoriamente la jornada en menos de dos horas y como dicen en las películas "el resto ya es historia". Cierto es que pude contar con tiempo para estabilizar mi ánimo antes de relacionarme con los demás ¡todo un lujo! Sin embargo, creo que empezar la actividad y relación con el mundo en estado de armonía interior previene conflictos, malentendidos, y pérdida de oportunidades, además de ser un pre-requisito para la vida equilibrada.
Digamos que ahí radica lo básico: estar bien con uno mismo antes de abordar la vida cotidiana y sus permanentes desafíos. Una vez le coges el punto al volteado de calcetín y te centras en tu actividad profesional más o menos exitosa surgen otras consideraciones. Por ejemplo, recuerdo que cuando llevaba trabajando como coach siete años y me estaba formando en coaching de equipos con Alain Cardon (2009) ya me rondaba una incógnita que con el paso de los años se ha ido agigantando en mi interior: ¿Estoy viviendo mi vocación, mi "verdadera" vocación? porque es algo que me importa...
He dado muchas vueltas de campana sobre el asunto tensando y aflojando la madeja de mi pensamiento con diversas lecturas, diálogos y reflexiones. A ratos me siento saturada y me olvido de ello por completo. Pero vuelve ¡como las oscuras golondrinas! Regresa y pide respuestas que no atrapo con la telaraña de mi mente así que me he rendido: lo que sea que busco, si tiene que aparecer ¡que aparezca!
Comparto con ustedes la pequeñez de mis hallazgos (subjetivos e incompletos) hasta el momento actual. La vocación es someter la intención mental (anhelo racional + ego + una buena dosis de deseo) al movimiento del alma que emana de un lugar mucho más grande y sabio... Someter/Supeditar/Subyugar el yo y sus excluyentes intereses al yo que sirve al todo (incluyente). Y eso se hace a través de la vocación, una actividad profesional remunerada que fertiliza, sirve, satisface y desarrolla tanto al que da como al que toma.
Los alumnos nos regalaron una varita y una nariz de payaso.
Nosotros intercambiamos los regalos.
Escena final de una jornada formativa que compartimos en 2013.
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