martes, 29 de julio de 2014

Un gramo de esperanza


Me ha costado cinco años pronunciar correctamente el nombre de Hilda en castellano. Es decir, sin pronunciar la hache como jota. ¡Cómo puedo ser tan torpe! Mira que yo aprecio a esta duendecilla gallega y seguro que me lo dijo en su día, pero me he despistado dejándome influenciar por anglicismos.

Hilda trabaja en la Universidad de Vigo -donde nos conocimos en 2009- y nos hemos seguido mutuamente el rastro desde entonces si bien he de reconocer que su lealtad y cariño superan con mucho mi torpeza que como les digo es grande. Se trata de una mujer fantástica que estando de vacaciones en el País Vasco se ha acercado a San Sebastián para compartir, reír, enseñar, regalar y jugar con su móvil a hacernos una selfie (autoretrato). Aunque ella dice que tenemos que practicar más, ¡yo creo que la imagen refleja a dos niñas traviesas disfrutando la una de la otra tras una conversación prolongada, reflexiva y serena sobre algunos temas que nos apasionan. 



Hilda me ha regalado una edición especial, coqueta y limitada, de la novela De parte de la princesa muerta, de Kenizé Mourad, una auténtica joya literaria y estética de seiscientas páginas que me acompañarán este verano por tierra, mar y aire en aquellos ratos de ocio que me he prometido a mí misma disfrutar, y en los que estaré conectada a esta mujer vitalista que (como yo) se resiste a que la realidad nos tumbe del lado del escepticismo ennegrecido. Ambas guardamos en lo más recóndito de nuestro ser un saquito de esperanza -de ingenuidad acaso- que no deseamos profanar aun a riesgo de ser vapuleadas de vez en cuando por la innecesaria crueldad, ignorancia o falta de consciencia de los humanos.




Un buen tramo de la tarde hemos hablado de ética, algo en lo que ha profundizado y que en su momento le llevó a tomar valientes decisiones profesionales. 

Cuando nos hemos quedado sin tiempo le he acompañado hasta la calle Easo donde ha enfilado camino del autobús que le llevaría a la capital vizcaína y me ha dado mucha pena el último abrazo al punto de repetirlo cuando ya nos habíamos separado. ¡Una cosa grande el corazón del Hilda! Ya nunca pronunciaré mal su nombre y pensaré sobre algunas propuestas que me ha hecho (que persista con el libro) y que le he hecho (que ofrezca una jornada de Ética en el Trabajo en mi curso de equipos). Ambas tenemos que ponernos ¡manos a la obra! con rigor, gozo y a salvo del ennegrecido escepticismo.  




3 comentarios:

Eli dijo...

Precioso libro Azucena
Disfrútalo

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Imagino que viniendo de una intelectual el libro tendrá algún tipo de "mensaje" además de literatura del primer nivel... ¡Gracias por el comentario Eli!Lo disfrutaré. Un abrazo.

Hilda dijo...

Gracias, Azucena. Muy bonito.
Un placer compartir tiempo y risas contigo.
Bicos,
Hilda