Siendo niña, mi padre consiguió hacer un cuartito en el hall de la pequeña casa familiar donde instaló un secreter azul con cajoncitos para que yo pudiera estudiar con un poco de privacidad y silencio ¡a mi modo y manera! Su intuición dio buenos resultados y mis notas fueron mejores que las de mi hermana que no tuvo la suerte de gozar de un espacio similar. Si hoy conecto con aquel recuerdo es porque la directora creativa Rosan Bosch está convencida de que el diseño de un espacio condiciona el aprendizaje, las relaciones y los resultados. Esta mujer de origen holandés -graduada en Bellas Artes- ha creado un estudio repleto de arquitectos que diseñan espacios donde las personas puedan "... cambiar el modo de pensar, funcionar y reaccionar...". Los planos se trazan con esmero en alguna de las tres sedes que la firma posee en Copenhage, Singapur y Madrid y aunque muchos de sus encargos son espacios docentes o bibliotecas, otros son de empresas que desean modificar las "dinámicas de trabajo". ¡Interesante!
La primera vez que tuve consciencia del impacto de los espacios en los resultados fue cuando un consultor sueco puso el acento en la importancia de la logística para el buen desarrollo de un proyecto narrando un caso en el que se ponía de manifiesto la incongruencia de plantear una reunión participativa en una sala con mesas y sillas atornilladas al suelo pidiéndoles a las personas que formasen grupos de trabajo, intercambiasen información, alcanzasen diagnósticos y plasmasen en un documento conjunto las posibles soluciones a los dilemas de la empresa. Aquella anécdota me puso en la pista de observación que después he comprobado en numerosos procesos de entrenamiento y formación en las empresas-cliente.
¿Cómo configurar un equipo con mesas fijas colocadas como los asientos de un cine en los que solo vemos la nuca del compañero? ¿De qué manera se puede ser creativo si solo contamos con ordenadores y carecemos de pizarras o paredes cubiertas de papel para trazar dibujos, gráficos o esquemas? ¿Cómo lograr que las personas den lo mejor de sí mismas si no hay luz natural, agua, fruta, e incluso una máquina de café? ¿Cómo conseguir el flujo de las neuronas (sinápsis) si no es posible moverse por la sala? Cuestiones prosaicas como estas son el prolegómeno de una intervención fructífera donde la mente, el corazón y las manos de los empleados puedan poner su talento, emociones e intención a jugar colectivamente en busca de resultados excepcionales. Y si evidencias tangibles son pasadas por alto (o negadas) en la mayoría de los entornos industriales ¿cómo aspirar a cambios más sofisticados como la evolución de grupo de trabajo a equipo (cooperación + colaboración + ayuda mutua + objetivos compartidos)?
Los diseñadores de Rosan Bosch crean las condiciones para el aprendizaje y la fluidez. Los "facilitadores del cambio organizacional" también nos ocupamos de crear espacios (concretos y abstractos) que contengan el germen de la transformación para que florezcan relaciones profesionales de calidad donde la belleza de los proyectos supere la imaginación y los resultados acompañen haciendo cada empresa sostenible en un mundo flexible, orgánico y ¡en movimiento!
Síntesis: El eco-system (el bien común) o la sociedad 4.0 necesita espacios de trabajo que propicien la activa participación de las personas. El diseño del espacio es necesario ¡pero no suficiente! para alcanzan cambios sostenibles. Los consultores transformacionales hemos de impulsar nuevas reglas de juego: uso de tecnologías simples, diálogo a partir de la escucha generativa, respeto por la diferencia, inclusión de tribus y subgrupos, gestión de la incertidumbre y el caos, y renuncia al control-control-control de las mesas atornilladas al suelo -como las butacas de un cine o un avión-. Ongoing!
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