Llevo medio día en pijama, tengo el ordenador encima de las piernas, y es la primera vez que escribo en la cama. Estoy de mal humor. Diríase que estoy enferma (fiebre y dolor de cabeza) ¡pero esa no es la cuestión!
Tras un día de mucha lectura y poca actividad física, me entran ganas de escribir a chorro, es decir: sin filtrar lo que salga de las yemas de mis dedos. El "censor" se ha ido de vacaciones ¡por fin me ha dejado en paz! y dado que estoy pachucha, el tirano -que me hace trabajar- se ha ido de viaje con el censor. Así que me han dejado sola con mi cansancio y mis zozobras que confluyen en una pregunta: ¿Tendrá algún sentido lo que hago?
La pregunta emerge de mi agenda -que parece el London Eye (la noria más grande del mundo)-: el lunes acompaño a un comité de dirección en Elgoibar, el martes entrenaré a empresarios en Adegi (Miramón), el miércoles trabajaré con clientes privados en el despacho de San Sebastián, el jueves viajaré a una fábrica de Pamplona para entrenar al equipo de producción, el viernes estaré en Bilbao impartiendo formación de equipos... Además, en algún momento de la semana, he de diseñar un encargo para Granada e impartir una conferencia en la Universidad de Deusto. Sólo con leer el cronograma me siento mareada así que ahueco la almohada, cierro los ojos, suspiro y me digo a mi misma: además de ganarme el sustento y de seguir mi vocación... ¿Qué sentido tendrá todo esto? Después me duermo y -cuando despierto- aparecen a mi lado el censor y el tirano así que... ¡me pongo a trabajar!
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