La recurrencia de los temas que me esperan -agazapados como alimañas en las esquinas de mi mente- se repiten. La recurrencia de las acciones pendientes se acumulan: dos décadas más tarde de la muerte de mi padre aún no he llorado su ausencia. De la misma manera persiste mi interés por la escritura como un oficio que permite afinar la visión propia del mundo.
Vuelvo a los temas que me configuran desde que me alcanza el recuerdo; entre otros el deseo de escribir -anhelo narcisista de que te lean- y abreviado psicoanálisis del pensamiento.
Escribir es un arte-facto ¡hay que hacer (facto) algo! afirma la escritora Espido Freire en el curso de verano de la Universidad del País Vasco al que asisto para aprender la "pedagogía de la creación literaria".
La sala noble del Palacio de Miramar (San Sebastián), las arañas del techo, la visión de la bahía, los turistas asiáticos fuera del recinto, la voz culta y modulada de Espido Freire narra el conocimiento, la experiencia y el criterio de quien ha hecho de la escritura un oficio vocacional y rentable. Admirable.
Sesenta bolígrafos galopan sobre los cuadernos para seguir el verbo rápido y preciso de Espido que insiste en que la escritura es un proceso al que hay que dotar de estructura. ¿Estructura? Narrador + Punto de vista + Personajes + Trama + Espacio + Tiempo + Atmósfera + Simbología. Me ha gustado especialmente el concepto "atmósfera": destilado del tono, estilo, descripciones, datos, hechos y circunstancias...
No puedo evitar que mi mente establezca paralelismos con la empresa y la necesaria creación de atmósferas para que las cosas ocurran: conversaciones pendientes, disolución de conflictos, normas consensuadas, comunicación empática... Bien mirado la empresa también es un arte-facto ¡han de ocurrir cosas!
Después cita muchos autores que conoce y párrafos de obras clásicas. Finalmente recomienda Seda de Baricco, Lluvia amarilla de Llamazares y Crónicas marcianas de Ray Bradbury... Tan pronto llego a casa cojo el taburete de la biblioteca y me topo con una treintena de volúmenes especializados en el bello arte de escribir. Vuelvo: si mi vida fuese una noria esta sería una nueva rotación. Comienzo con F.Scott Fitzgerald: "... Uno ha de escribir para los jóvenes de su generación, los críticos de la siguiente y los maestros de todas las generaciones posteriores...". Espido estaría contenta: ganó el Premio Planeta a los 25 años, los críticos le siguen y los maestros de literatura llenaban hoy la sala noble del Palacio de Miramar.
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