Entreno a una alta directiva. En el organigrama de la compañía solo tiene por encima al Ceo, una mujer a quien no conozco, salvo por las atormentadas referencias de mi clienta. Aunque hace tan solo tres meses que nos conocemos (el tiempo que lleva en la multinacional), la directiva y yo hemos alcanzado ese punto en el que podemos avanzar con rapidez porque hemos cultivado un territorio de confianza.
La velocidad de la confianza
La confianza es un "mediador afectivo" básico para el cultivo de la eficacia en el trabajo. Un mediador afectivo que pulsa en todas las direcciones: pares, jefes y subordinados. La Ceo de la compañía no otorga confianza a mi clienta como tampoco lo hizo en el pasado con las dos profesionales anteriores: diríase que opera desde el paradigma de la desconfianza ocultando información relevante para el desempeño, ralentizando la tarea y propiciando errores (evitables) y esfuerzos (innecesarios).
Puedo imaginar que -como todos- la directora general tendrá una historia en la mochila, algunos traumas del pasado, experiencias amargas y mucha ambición por alcanzar resultados... Puedo imaginar que tiene heridas de guerra que pudieran hacernos comprender su comportamiento disfuncional, pero no puedo aceptar, sin embargo, que desconozca la esencia de un negocio: cultivar relaciones profesionales de calidad que permitan el desarrollo de las personas y la delegación. Un rotundo ganar-ganar en la que la satisfacción y el rendimiento se disparan de manera exponencial.
La confianza -junto con la autonomía
y el conocimiento- derivan en productividad
Sin confianza no se otorga autonomía: los jefes practican la microgestión (control exhaustivo de detalles), ahogan toda área de mejora que pudiera aportar otro profesional y obstruyen la innovación...
La desconfianza profesional en nuestros subordinados tiene consecuencias nefastas para la empresa. La primera, los directivos de mayor rango se convierten en auténticos "cuellos de botella para la compañía" ya que no delegan. La segunda, los subordinados no se desarrollan -y por lo tanto se desmotivan-. La tercera: los procesos se ralentizan, los errores se concatenan y -como consecuencia de todo ello- se intensifica el círculo vicioso de la desconfianza. Por favor, si busca productividad, genere un entorno de confianza. Algún profesional puede no estar a la altura de sus expectativas, pero le sorprenderá la implicación y excelencia con la que trabajan la mayoría.
2 comentarios:
El cáncer de nuestras empresas, y de muchos otros puestos de trabajo, no sólo en empresas, es la falta de delegación. Que está basada, principalmente, y a mi parecer, en la inseguridad en las propias habilidades. Aquello del principio de Peter está hoy en día más presente que nunca: los de arriba hacen lo que tienen que hacer los de abajo porque son incapaces de hacer lo que de verdad les correspondería.
Muchas gracias P.R. sabia reflexión (que agradezco) basada en tus muchos años de experiencia profesional y en tu alta capacidad reflexiva y analítica. Un fuerte abrazo desde San Sebastián. ¡Gracias!
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