viernes, 18 de septiembre de 2009

Un porvenir

Hay días en los que el amanecer trae un porvenir y los desheredados de la tierra apenas pueden creer lo que les pasa. Se tambalean entre la emoción, el vértigo, el miedo, la incredulidad, las ganas de llorar, la alegría y el afilado e invisible cuchillo de cristal del precipicio que rebota el eco del... ¿Será cierto? ¿Me pertenecerá?

Hay días que traen la cosecha de décadas sobre el pentágrama de sus veinticuatro horas naturales. El caminante -acostumbrado a cruzar desiertos sin agua y con la sola compañía de su esperanza y voluntad- acumula jornadas de cansancio y persistencia en la tarea. El solitario y heroico personaje (en el que a ratos nos convertimos todos) encuentra de vez en cuando un porvenir y apenas puede distinguir si es espejismo o realidad. Al borde del agotamiento -nunca de la desesperanza- el alma que llevamos dentro reconoce la esencia del merecido tesoro y finalmente sonríe y acaso suspira aliviada mientras aligera el peso de la nada, la sinrazón, el desconcierto, la fatiga de la incomunicación y otras plagas.

Hay amaneceres que traen un porvenir para los desheredados de la tierra que somos todos y entre el estupor y la alegría merecen una parada para celebrar. Estoy en ello tras la conferencia de ayer en la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Bilbao: cien personas (éxito nunca vivido con anterioridad en esa institución) agotadas las tarjetas, los resúmenes de la ponencia, el cava y el rioja; colmada la complicidad y el agradecimiento a la vida, a las personas, a los compañeros de viaje. Y el afilado cuchillo de cristal del eco que pregunta... ¿Será cierto?

1 comentario:

Socrates dijo...

Felicidades Azucena!

me alegro muchísimo de que haya sucedido así (aunque yo ya tenía claro que todo iría estupendamente).