jueves, 28 de enero de 2010

Sincronicidad

Hoy he trabajado en Bilbao con un hombre que llevaba puesta su mejor sonrisa y su peor corbata. Después he estado con Miren y -al comentárselo- se ha reído con ganas: su risa es una cascada de frescura en mitad de la neblina. Más tarde y aún en Abandoibarra (centro de la city) -con un café americano entre las manos y mirando al cielo- han cruzado el parque tres bandadas de pájaros. Volaban tan alto que me ha resultado imposible descubrir su identidad. Más fácil sin embargo ha sido detectar algunas tribus urbanas, por ejemplo, varios ejecutivos ambiciosos -llamados entre nosotros tiburones- con gin tonic a las cinco de la tarde, chaquetas burberrys y zapatos de ante con cordones.

En un cruce de caminos he hallado la sincronicidad y me he topado con dos ojos azules que conozco desde hace tiempo. Son profundos, lentos y silenciosos. Saben mucho más de lo que verbalizan y su silencio se hace denso y genera un caldo de posibilidades receptivas para que el otro hable atropelladamente si- como era el caso- tienes una década de historias que compartir. De golpe y sin anestesia, la mochila experiencial puede resultar abrumadora. Lo sé y, sin embargo, la he vaciado sin pudor con pinceladas de color y de sabor, tan reales como imaginarias, tan auténticas como juguetonas, tan terrestres como celestes: raíces y alas, raíces y puntas je je... ¡¡Qué buena la amistad sin etiquetas ni maquillajes!

Cierro mi ordenador. Cierro la jornada que comenzó con un hombre, su mejor sonrisa y su peor corbata. Mañana más, acaso mejor.

1 comentario:

mirenka dijo...

-¿Y esa corbata?
-Es de Pedro del Hierro
-Joder, pues devuelvesela a tu amigo Pedro porque es horrorosa.