Receta para un día lúdico.
Levántese cuando el reloj biológico diga ¡basta de dormir!
Desperécese como un gato: placentera y groseramente.
Contemple el alféizar desde la ventana, el tono del cielo, las copas de los árboles -para descubrir si hace viento-, después localice sus zapatillas y avance con lentitud por la casa mirando los rincones como si buscase a Campanilla, Peter Pan, o incluso al Capitán Garfio.
A continuación juguetee por debajo de la mesa con las piernas de su pareja. Cuando se distraiga, coloque una aceituna encima del pan con mermelada y esconda un cacahuete en el fondo de su té. Habrá risas. Si no hay risas, cambie de pareja tan pronto como le resulte posible. Dése un placer extra: una onza de chocolate puro , negro y con almendras, un zumo enorme de naranjas recién exprimidas, una pieza de fruta (pelada, troceada y en un cuenco de cerámica) mientras sigue haciendo trastadas a su pareja. Por ejemplo, en un descuido, ponga una canica en los zapatos que haya preparado para esa jornada o una pinza colgada de su blazer.
Puede que después de esto haya un enredo de piernas, un enredo de ropas o un enredo de almohadas. La cosa va bien. Continúe con placeres solitarios ya en la ducha: exfoliación, cremas, aceites varios, auto masajes... saldrá como una reina. Concédase algún extra: depilación, peluquería, paseo por los escaparates más lujosos de la ciudad, compra de alguna pequeñez que le haga mucha ilusión, visita a la librería más grande del entorno, lectura de los cómics de Mafalda en el propio establecimiento, más risas (discretamente, o pensarán que está en tratamiento psiquiátrico)... Piérdase en la nada, tome un capuchino mientras ojea el periódico, elija una película que realmente le llame la atención aunque la haya desestimado su amiga Sara, la cinéfila. Programe verla esa misma tarde.
Camine hacia casa con sus pequeñas compras y con sus grandes impactos de belleza, de estética, de placer, de abundancia, de tiempo, de plenitud. Regale sonrisas a su paso, de nuevo con discreción, o concluirán que -efectivamente- está en tratamiento psiquiátrico. Coma con moderación. Goce de una siesta. Cine. Antes de dormir, lea un mini-capítulo de El hombre es un gran faisán en el mundo (Herta Müller, premio nobel de literatura 2009)... pura poesía en prosa.
Ya tiene la receta para un día placentero. Dése el O.K. Si no ahora... ¿cuándo?
Levántese cuando el reloj biológico diga ¡basta de dormir!
Desperécese como un gato: placentera y groseramente.
Contemple el alféizar desde la ventana, el tono del cielo, las copas de los árboles -para descubrir si hace viento-, después localice sus zapatillas y avance con lentitud por la casa mirando los rincones como si buscase a Campanilla, Peter Pan, o incluso al Capitán Garfio.
A continuación juguetee por debajo de la mesa con las piernas de su pareja. Cuando se distraiga, coloque una aceituna encima del pan con mermelada y esconda un cacahuete en el fondo de su té. Habrá risas. Si no hay risas, cambie de pareja tan pronto como le resulte posible. Dése un placer extra: una onza de chocolate puro , negro y con almendras, un zumo enorme de naranjas recién exprimidas, una pieza de fruta (pelada, troceada y en un cuenco de cerámica) mientras sigue haciendo trastadas a su pareja. Por ejemplo, en un descuido, ponga una canica en los zapatos que haya preparado para esa jornada o una pinza colgada de su blazer.
Puede que después de esto haya un enredo de piernas, un enredo de ropas o un enredo de almohadas. La cosa va bien. Continúe con placeres solitarios ya en la ducha: exfoliación, cremas, aceites varios, auto masajes... saldrá como una reina. Concédase algún extra: depilación, peluquería, paseo por los escaparates más lujosos de la ciudad, compra de alguna pequeñez que le haga mucha ilusión, visita a la librería más grande del entorno, lectura de los cómics de Mafalda en el propio establecimiento, más risas (discretamente, o pensarán que está en tratamiento psiquiátrico)... Piérdase en la nada, tome un capuchino mientras ojea el periódico, elija una película que realmente le llame la atención aunque la haya desestimado su amiga Sara, la cinéfila. Programe verla esa misma tarde.
Camine hacia casa con sus pequeñas compras y con sus grandes impactos de belleza, de estética, de placer, de abundancia, de tiempo, de plenitud. Regale sonrisas a su paso, de nuevo con discreción, o concluirán que -efectivamente- está en tratamiento psiquiátrico. Coma con moderación. Goce de una siesta. Cine. Antes de dormir, lea un mini-capítulo de El hombre es un gran faisán en el mundo (Herta Müller, premio nobel de literatura 2009)... pura poesía en prosa.
Ya tiene la receta para un día placentero. Dése el O.K. Si no ahora... ¿cuándo?
1 comentario:
Me encanta este post! Y me tomo prestada la receta!!!
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