jueves, 9 de septiembre de 2010

La intención

Hay tormenta en la bahía: agua y viento racheados, descargas eléctricas, algún trueno y un tímido arcoiris que parece decir a los donostiarras ¡Tranquilos, que no pasa nada! Aunque mañana aparezcan media docena de embarcaciones varadas en La Concha.

He llegado a casa unos segundos antes de que empezasen a caer las primeras gotas del tamaño de una pelota de golf. Vale, exagero pero sólo un poco. Vengo del cine (Bright Star), en una tarde laboral que he pirateado al despacho aprovechando el suave ritmo caribeño de la maquinaria productiva...

Jane Champion ha sido capaz de trasladar a la pantalla la atmósfera bucólica del Londres del siglo XIX entorno a una historia de amor entre Fanny Brawne -una mujer bella e inteligente con especial habilidad para el diseño y la costura- y el poeta John Keats quien como tantos otros genios murió solo y pobre en Italia donde le habían enviado sus amigos (tras realizar una colecta para el pasaje) para que se curase de una severa enfermedad pulmonar. Una historia imposible y fugaz -un drama- que acaba con la muerte del poeta a los veinticinco años.

En un momento del diálogo entre los enamorados, antes de que él parta hacia Italia, Keats sugiere se despidan -al menos en esta vida- porque su amor es pura intención. ¡Que hermoso! Triste, tristísimo, y hermoso.

La intención de amar sin condiciones y ajenos a la brutal presión social del siglo XIX. La intención de intentarlo una y otra vez a pesar de... Miro a los lados, y me pregunto: ¿Dónde se han ido el romanticismo, la intensidad y la persistencia -casi terquedad- en al amar y en la intención?

Se han borrado del planeta como las nubes que han desaparecido de la bahía barridas textualmente por la ventista que sigue soplando su poesía sobre campos de espliego.

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