Tres mil medusas no han podido disuadirme del baño hoy en la bahía. Les llaman carabelas portuguesas y su picadura es dolorosa y obliga a tomar cortisona durante tres días. Con sus larguísimos tentáculos (hasta 15 metros) alcanzan al bañista más desprevenido y transforman una jornada playera en una sesión de ambulatorio. ¡Menos mal que el consistorio ha provisto medios y varias lanchas "peinan" textualmente las aguas antes de que los socorristas ocupen sus puestos y los tolderos esparzan de sombras azules y blancas la arena...
Son los últimos coletazos del verano. En la playa uno comprende que el vasco es un pueblo que camina porque en la orilla la densidad de población es altísima ya que se estila ir a pie (de punta a punta de la bahía) varias veces en la misma jornada. Es casi un ritual, y los lugareños saludamos con primor a los conocidos en ese trasiego de cremas solares, bañadores de postín y gafas oscuras.
En la zona rocosa hay manifestación de muñecos: los niños no renuncian a sus mascotas y es tierno ver a los ositos de felpa despelujados de cualquier manera sobre una roca.
Comienza septiembre... enfilamos el último cuatrimestre del año y los cazatalentos se apresuran a filtrar candidaturas para la alta dirección pensando en incorporarlos a las multinacionales a partir de enero 2011... eso leo en El País... donde recomiendan contratar los servicios de un Coach para preparar las entrevistas, la negociación, el desafío de incorporarse (desde arriba) a un equipo constituido de antemano y la asimilación de la nueva cultura corporativa.
Hace un sol espléndido y me he librado de las tres mil medusas. Tras un baño reparador, oteo la bahía desde Miraconcha: un pueblo que camina resulta ¡imparable, imbatible al desaliento! Los ositos -despelujados- siguen en las rocas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario