domingo, 24 de octubre de 2010

Tiburones

Trabajo con directivos de varias entidades bancarias, algunas vascas, otras no... Dirigen por objetivos de pasivo, de hipotecas, de fidelización, de volumen de negocio, de venta de seguros y ... hasta de vajillas.

Llegan al despacho textualmente "fritos/as" como pollos de cervecería: alto nivel de stress, inconmensurables esfuerzos para alcanzar la imposible rentabilidad que les marca su director regional quien -a su vez- es marcado (como en rúgby) por el director de zona quien a su vez... Permitan que respire porque me agoto tan solo con recordar la secuencia que se produce en cada entrenamiento con estos directores de sucursal.

Todo está cuantificado (a veces pienso que hasta las veces que respiran, tosen o se ríen porque acaso les rebaje el ratio de productividad para el bónus, o para el ranking en el que diaria o semanalmente (según las entidades) les catalogan como en la lista de Schindler.

Con el tiempo, estos tiburones macho o hembra se convierten en sanguinarios depredadores de sí mismos y de otros porque del resultado de la totalidad de su equipo depende la promoción propia... ¡claro que sufren! ¡claro que se agotan! ¡claro que duermen mal! ¡por supuesto que anhelan un tiempo mejor en el cada vez más alejado porvenir! Sin embargo, han caído en la trampa narcisista de la que habla Iñaki Piñuel (Universidad de Alcala de Henares) en el libro que estoy leyendo Liderazgo Zero (Lid Editorial). El foso consiste en obedecer órdenes de los superiores de manera casi ciega, robótica, hasta exprimir la última gota del zumo neuronal y de la resistencia física de los subordinados. Los directores de sucursal se convierten en autómatas vestidos con traje por fuera y con neopreno emocional y ético por dentro: todo vale al servicio de los objetivos que indica el superior.

Ahora resulta, sin embargo, que este sistema está dejando de dar resultados o -al menos- está dejando de ofrecer la excelencia cuantitativa de antaño. Leo en Negocios a Iván Martén (The Boston Consulting Group) quien afirma que junto a la dirección por objetivos cuantificables hay que aplicar un enfoque cualitativo en el que se precise la forma (a poder ser ética y humanista) de lograrlos.

En una idea: pasar de la dirección por objetivos que puso de moda el austriaco Peter F. Drucker (uno de los padres del management) a un nuevo modelo de gestión que incluya variables como la innovación, los procesos, el desarrollo directivo, la actitud de los trabajadores y la responsabilidad social de la empresa. Para quien no haya leído sobre ello, algo muy cercano a la ética.

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