Aunque se favorece la innovación con variadas iniciativas y resultados exitosos en la creación de productos y servicios, quizá aún podamos hacer algo más. Mi propuesta es la innovación social, en la que podamos participar todos los ciudadanos (uno a uno, a pie de calle) asumiendo nuestra responsabilidad como una armónica multitud que avanza hacia el porvenir.
La innovación quizá sea otra cosa que empapelar las paredes de los despachos con post it de colores (técnica original de la Universidad de Búfalo), el brainstorming (tormenta de ideas), el juego de sombreros (Eduard de Bono) o los mapas mentales (Tony Buzan). Finalmente, aunque es interesante reunirse y compartir sin censura el pensamiento, la innovación es algo más que verbalizar cuanto se cruce en el frontal de nuestra mente -tenga o careza de coherencia, lógica o tino-.
Convertida en cajón de sastre, la innovación está en boca de todos sin que nadie atine a practicarla a ras de suelo, es decir, al nivel operativo en el que -quizá- resultase abono fértil a la parálisis social agudizada ahora por el miedo a perder el empleo, el cliente, el bonus o la promoción.
Los departamentos gubernamentales, clusters y think tanks hacen sus aportaciones valiosas, aunque de bajo impacto social. Echo en falta algo… ¿revolucionario? al menos esperanzador ya que en ocasiones me da la sensación de que la humanidad busca al tacto un rayo de esperanza en la negrura de la noche, y acaso nos encontremos en un momento crucial cuyo desafío consista en plantearse un modelo diferente en el vivir, que derive hacia un modelo diferente de relaciones. Diría sin rubor un modelo innovador si el término no estuviera tan contaminado como el río Liaohe (China).
Innovar pudiera ser caminar por la mañana hacia el trabajo o ir en bicicleta. También comunicar empática, receptiva, amablemente, y en el contexto organizacional, la gestión del ego que se desata como un tigre tan pronto como se promociona a un directivo. Se gane poco o mucho, innovar pudiera ser vivir austeramente como una elección ecológica y respetuosa con un planeta sobrecargado que agoniza; y apostar por el ser arrinconando el tener rescatando tiempo de calidad para mirar a las estrellas y orar.
Innovar es construir un sueño y vivir de acuerdo con los propios valores -estén o no de moda-, desde la unicidad del ser, porque en un mundo de clones, yo prefiero ser un gnomo. Y ser agradecidos con lo que somos y tenemos antes de perderlo (la salud, el empleo) así como creer en la felicidad posible, profunda inspiración hacia la mejor versión de uno mismo. Innovación reflexiva en lo cotidiano, que se interrogue sobre lo qué está pasando, el aprendizaje y -sobre todo- cómo mejorar con honestidad, libertad y apuesta firme por el cambio. El cambio, como lo único permanente.
En síntesis, lo que propongo es una revolución silenciosa y armónica uno a uno hasta alcanzar una masa crítica que haga posible otro modelo de existencia, ciertamente innovador en el vivir, porque acaso lo más valioso sea avanzar hacia la plenitud-autorrealización (Abraham Maslow) y el sentido último Viktor Frankl (neurólogo y psiquiatra austriaco), la razón por que la estamos en el planeta tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario