martes, 23 de noviembre de 2010

El anciano buho

Al mediodía he capturado tres miradas sobre mí. Seamos precisos: en el restaurante vip donde he almorzado hoy, he sentido el peso de la mirada de un anciano en tres ocasiones. Juguemos juntos: ... he sentido sobre mi -para ser exactos sobre mi pecho- la mirada de buho de un anciano ¿o la anciana mirada de un buho? En fin, allí estaba el hombre trajeado -con un pañuelito fino Casa Landa en el bolsillo de la americana- repitiendo alubias blancas del perolo que habían dejado en el centro de su mesa conociéndole, como parroquiano que es.

Llevaba gafas que a la hora de elegir los postres he descubierto que no eran bifocales porque se ha tenido que acercar la carta hasta la prominente nariz. Ahora entiendo que se haya fijado en mí: seguramente me veía como una mancha borrosa en movimiento y eso explicaría todo, o casi todo. La cuestión es que la edad media de los comensales del restaurante vip superaba con mucho los sesenta ¡como en el teatro, la ópera, los cruceros y los conciertos de la sinfónica!

¿Qué hago yo aquí? Me he preguntado por un instante (uno solo) porque tenía muy claras las razones de mi elección: cercanía al despacho, poco tiempo a mi disposición, hambre, y la certeza de que la comida sería sana y correcta que ¡no es poco! Además de un precio razonable, hilo musical, sillones de cuero en los salones, periódicos y revistas de todas clases y unas vistas fabulosas.

Yo, la más joven del geriátrico, parece el titulo de una comedia y la antesala de lo que aguarda. ¿Saben? El otro día se lo contaba a mi socio: yo quiero fallecer a los 67 años, en plenas condiciones, de un infarto y a poder ser dormida. No quiero arrastrarme lastimosamente por los salones de postín en busca de presas visuales que alimenten mis fantasías. No quiero husmear el rastro de otras vidas que aligeren la mía, ni imaginar cómo será el viaje en compañía de esos desconocidos que hoy han posado en mí sus miradas de buho entre sorbo y sorbo de Rioja del 82.

Por lo demás la city espléndida: lluviosa, rápida, llena de trajes, de paradas de metro, de grandes almacenes. Muy rico el pastel de arroz, casero. Mañana... ¡será otro día!

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