Es sábado, y aún llevo encima mil impactos de bala de la última semana -laboralmente muy intensa- para dejar los principales asuntos del despacho encauzados. Atrás he dejado mi casa que -animada por la calefacción- parecía un nido acogedor. Sin embargo, poco después de las siete de la mañana he salido a la calle de noche, lloviendo, con tres grados de temperatura, nieve en las montañas y rodeada por una niebla intensa: hay cosas que sólo se hacen por amor.
Ya saben que la sirena vive en Rotterdam y allá voy a compartir experiencias porque los dos meses sin abrazos me parecen dos siglos y aunque la distancia no es el olvido, el Skype, los Emails y las llamadas telefónicas no huelen a vida, no saben a caramelo y no se sienten del todo.
Hay una enfermedad (al parecer muy extendida en occidente) llamada alexitimia, preludio de la depresión, que se caracteriza por no abrazar, no tocar a las personas y no hablar nunca de los propios sentimientos. Tendré boletos para sufrir diversas enfermedades en la próxima década. Sin embargo, deseo desterrar de raíz la posibilidad de padecer alexitimia, por eso suelo practicar abrazos de oso, en San Marcial ocho.
Última llamada para el vuelo 8354 Vueling con destino a Amsterdam... Les dejo ahora, seguiremos en contacto. Bye.
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