El talento es una energía encerrada en un sistema.
Pisando hojas, el filósofo de Aiete (bosque cercano a mi casa) y yo misma hemos caminado dos horas bajo una lluvia horizontal típica de San Sebastián. La soledad y belleza del lugar merecen levantarse temprano un domingo, ponerse botas y chubasquero, y dejarse azotar por la brisa marina que alcanza la ciudad entera y sus recodos.
- El talento es una energía encerrada en un sistema- ha dicho él.
- ¿Encerrada? -le he desafiado yo- nada que esté encerrado puede contener la pulsión del talento que se caracteriza por respirar, de dentro a fuera, de input a output, de neurona en neurona, de sinápsis en sinápsis...
- Bueno, si no encerrada, contenida -ha matizado tras un largo silencio mientras recogía castañas que después asa su horno doméstico.
- Ya... ¿y qué más?
- Bueno, no sé... la cuestión es que es una energía y que preservarla, cultivarla, es lo esencial.
- ¿Preservarla o cultivarla?
- Preservarla si el talento aún te acompaña, y cultivarla si lo has despistado en algún momento...
Después hemos llegado al acer rojizo que se está quedando desnudo porque es de hoja caduca. Más adelante había unas matas de camelias llenas de capullos aún cerrados -está lloviendo demasiado para que se abran las flores de las camelias- ha dicho el filósofo. Por fin hemos alcanzado la zona más baja donde este año han sembrado un largo sendero de lavanda que él llama espliego.
-La energía ni se crea, ni se destruye, se transforma, ya lo dijo Einstein- le he provocado para que soltará la madeja de su pensamiento y verbalizara su peculiar enfoque de la vida que a veces me parece alocado y otras tan cuerdo como un sabio fuera de contexto.
- La energía se degrada con nuestra manera de vivir, de pensar, con nuestras acciones, con la calidad de la intención de lo que deseamos... Más castañas para su casi repleta bolsa de Lidl. La luz de la que hablan los yogis orientales no es otra cosa que la energía original con la que nacemos preservada por la sabia intención y la acción correcta hacia el entorno y los seres que lo habitan. De esa energía original que pervive en nosotros nace el talento, que en unos está obturado y en otros brilla con luz propia-. Suenan doce campanadas en la parroquia de Aiete, me mira y dice - agur, otro día nos vemos- mientras se aleja sin mirar atrás. Nunca mira hacia atrás.
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