jueves, 26 de septiembre de 2013

El mendigo puedo ser yo



La vida está hecha de tiempo ¡es todo lo que tenemos! y hace años leí que existe cierta simetría entre la manera en que administramos el tiempo y nuestra propia vida. 

No sé si estarán de acuerdo con estas dos ideas... el caso es que yo convivo con ellas como parte de un ramillete de convicciones que rige la permanente búsqueda de la eficacia entendida como llevar al límite la "elasticidad de mi agenda".


Ocurre además que lo que un microemprendedor postpone no sólo se queda sin hacer, sino que no factura, por lo que el" patrón tiempo" es tan importante o más que el "patrón oro".

Pensaba en estas consideraciones a las 7.30 de esta mañana mientras ataba la bicicleta al árbol más cercano al despacho cuando he descubierto a un mendigo acurrucado en los tradicionales cartones del portal 7 bis de la calle San Marcial, centro neurálgico de negocios de la capital guipuzcoana. Su cuerpecillo pegado a la pared de la izquierda del rellano y sus pertencias -perfectamente ordenadas- en la pared derecha, dejando un amplio pasillo hacia la puerta de acceso al inmueble.


Me he quedado unos segundos contemplando la posición fetal de su cuerpo, el rojo intenso del gorro que asomaba, los zapatos rotos... Y -como diría mi amiga Lola- se me ha roto una de las pompas de jabón en las que vivo.

He terminado de cerrar el candado de la bicicleta, he ralentizado el paso militar que me caracteriza, y -aunque he mantenido la programación de mi agenda, y gestionado el oro líquido del tiempo- la imagen del hombrecillo y sus cartones me acompaña como el eco de una voz cuyo mensaje no atino a descifrar.

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