miércoles, 15 de enero de 2014

Varillas y Retales


Llovía en la capital de Aquitania, así que la violinista -de gira dos semanas en la ciudad de Pau- decidió comprarse un paraguas. Tras explorar diversas tiendas convencionales del centro pudo comprobar que la mayoría eran feos, caros y de baja calidad, así que siguió buscando hasta toparse fortuitamente con una pequeña tienda llena de encanto. 



La intrépida exploradora entró en el establecimiento donde le indicó al maestro paragüero lo que andaba buscando... ¡una obviedad para quien observase su gorrito mojado! El artesano mostró algunas preciosidades en calidad, estampado y resistencia ¡para toda una vida! según explicó con minuciosidad. El desencanto llegó con el precio de cada pieza: entre 75 y 170 euros.

Movido por la compasión hacia la joven cuya gabardina chorreaba, y por amor hacia su profesión de violinista el dueño de la Fabrique de Parapluies se puso a revolver en la trastienda del establecimiento de donde extrajo quince resistentes varillas negras. Después pidió a la joven que eligiera uno de los hermosos retales acomodados en una cesta, y tras elegir un estampado chirene, el comerciante le dijo que volviera al día siguiente para recoger su paraguas exclusivo ¡por veinte euros y para toda la vida!  

Aunque tuvo que volver a casa apurando los soportales como un gato, la pequeña Mary Poppins sonreía para sí misma como la niña que siempre se sale con la suya... La vida ¡resulta tan mágica cuando nos abrimos a la experimentación, la ingenuidad y sus bondades! 

Tendremos que esperar unos días para descubrir el estampado del paraguas cuando la Mary Poppins familiar nos envíe una fotografía. De momento ella le ha contado el secreto al árbol de su jardín y -pensando en el artesano- se ha acordado de una frase que repetimos mucho en nuestra casa...



 El agradecimiento es la memoria del corazón. 


2 comentarios:

Ines dijo...

Que monada!! siempre me sorprendes. Me encanta tu pluma. Un besin en tu nariz juguetona.

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Gracias, Inés. La magia de lo que ves... ¡¡está en ti!! Un abrazo, desde San Sebastián. Gracias.