martes, 4 de febrero de 2014

Dios juega al escondite


Sobre los hombros llevo una jornada de doce horas que sin embargo no pesan. También es cierto que acabo de cenar con una copita de tinto ecológico (sin sufitos) y eso ayuda, la verdad.

En cualquier caso tengo la sensación de que Dios mismo lleva toda la jornada jugando conmigo al escondite, riendo en cada esquina, y asomándose a la intensa actividad de un lunes cualquiera del mes de febrero. Es un pillo que sabe lo que hace y se presenta en los poliédricos rostros de los humanos que encontramos así como en el laberíntico escenario en el que transcurre el drama risueño de la vida. Está, pese a que no siempre se deje ver con la intensidad que hoy lo ha hecho.

Las doce horas no pesan pero la espada del crono impone su ley implacable y -llegadas las diez de la noche- cierra las ventanas del castillo de mis ojos reclamando descanso. Sin embargo, escribo. Contra toda lógica y cordura, escribo.


Podría hablarles de Inma que me ha contado lo último de las vanguardias internacionales vinculadas a sofisticadas técnicas de resolución de conflictos, de comunicación no violenta y de justicia restaurativa... Inma vive a caballo entre Escocia y España, entre el sueño y la realidad, entre la proyección y el encantamiento de un hada de Edimburgo. ¡Así es ella!

Pero no profundizaré en tendencias sino en lo que hoy me ha alcanzado como una emoción profunda (sombra trascendente de lo humano). Durante casi seis horas he entrenado a once líderes en una jornada que se han empeñado en cerrar con un inmerecido reconocimiento hacia mi trabajo...

Una. Sólo una aportación antes de que el terco cansancio cierre las ventanas del castillo: al término de la jornada Esther ha verbalizado llevarse "esperanza" en el cambio y ¡¡en la vida!! y ahí he visto la chispa que el buen Dios sopla sobre el barro informe que somos. Esperanza. Tan sólo por escuchar esto una vez al año seguiría dejándome la piel en jornadas de doce horas que conectan lo divino con lo humano, la ensoñación con la realidad, lo imaginable con lo aprehensible. Esperanza ¡qué gran regalo José Antonio, Pilar, Ana, Edurne, Bakarne, Anuntxi, Ana II, Esther, Luis, Naroa, Lourdes! Gracias.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Santa Teresa de Jesús tambien levitaba, pero hoy en día está claro que existe una explicación psico-neurológica para el fenómeno.

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Santa Teresa levitaba entre pucheros pero yo... ¡no se freír un huevo! En cualquier caso le agradezco el comentario y la ironía ¡Gracias!