lunes, 31 de marzo de 2014

Once Upon a Time


Hubo un tiempo en el que mi hija (ya adulta) y yo compartíamos actividades lúdicas que resultaban ser un pretexto cómplice de risas en cascada, juegos de palabras y secretos.

Una de las últimas veces en las que coincidimos fue en el Museo de la Ciencia, de San Sebastián, cuando ella vivía en familia en la capital guipuzcoana. Pero... desde 2007 reside en el extranjero: primero en Stuttgart (Alemania), después en Rotterdam (Holanda) y ahora Toulouse (Francia).

Hoy -que he visitado el Parque Tecnológico de Miramón para trabajar y he sacado tiempo al mediodía para dar un paseo por el entorno del Museo de la Ciencia y su bosquecillo- no he podido evitar acordarme de la cantidad de mini-gamberradas que hicimos juntas allí y una punzada de nostalgia me ha dolido en el costado izquierdo como si me pinchasen con la envenedada lanza del tiempo que se fue... ¡¡para no volver!! 


Once upon a time en el que mi hija (ya adulta) y yo compartíamos actividades lúdicas que resultaban ser un pretexto cómplice de risas en cascada, juegos de palabras y secretos. Es algo que todavía ocurre cuando nos juntamos en algún lugar del planeta en el que ella trabaja, compite o tiene proyectos. 

Y cuando llega el momento de la despedida tengo la misma sensación que Cenicienta en el preciso instante en el que suenan las doce campanadas y la carroza se torna calabaza y el cochero un ratoncillo... Se desvanece el arcoiris y me quedo vestida harapos, descalza y con el corazón aterido...


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