El acebo de casa luce cientos de bolitas rojas y en mi calle huele a humo de chimenea que proviene de la casa de una pareja peculiar. Él es un hombre bajito y corpulento que parece un gnomo del bosque y ella es una mujer menuda cuyas plantas son en sí mismas un espectáculo todo el año. Creo que tiene ¡dedo verde! Entre ambos cultivan una huerta gigantesca y él tala troncos que más tarde utilizan en la chimenea.
Ese aroma me saluda cuando hoy vuelvo del mar, después de nadar un rato y probar las botas que heredé de mi hija. ¡Son fantásticas en los charcos y riachuelos que deja en la playa la pleamar! Domingo.
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